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Juan R. Gil

ANÁLISIS

Juan R. Gil

El ruido que no cesa

El president, a diez meses de las elecciones, no puede permitirse seguir manejando el volante al estilo Rajoy, sembrando la confusión hasta en sus propias filas

Puig y Mas, el pasado junio en València, tras la toma de posesión de la nueva consellera y vicepresidenta Fernando Bustamante

Ximo Puig tiene en sí mismo a su peor enemigo para volver a ganar las elecciones autonómicas dentro de diez meses. Y tiene en Carlos Mazón al mejor de los aliados para no perderlas. De cómo maneje esos dos vectores dependerá el resultado final. Ambos indicadores han estado muy presentes en el debate político esta semana que cierra. Y la conclusión es que, por ahora, Puig es incapaz de sofocar un griterío que empaña cualquier acierto que su gobierno pudiera atribuirse y amplifica las contradicciones y equivocaciones en que incurre, al mismo tiempo que opaca los errores que su rival comete.

No sé si ustedes han escuchado o leído las declaraciones del presidente de la Diputación de Alicante y candidato del PP a la presidencia de la Generalitat acerca del impuesto a la banca anunciado en el debate sobre el estado de la Nación por el jefe del Gobierno. Es posible que no, porque tampoco han tenido gran recorrido en los medios de comunicación. Mazón propone que, en lugar de un impuesto, el dinero a obtener de las corporaciones bancarias para que contribuyan a aliviar los efectos de la crisis se consiga «topando» las comisiones que las entidades cobran a sus clientes. Pero lo malo no es la fórmula que plantea, ni más ni menos legítima que otras, sino cómo la argumenta. Porque según quien aspira en nombre del PP a gobernar lo público, pagar impuestos es «llenar las arcas de Sánchez». Es de un populismo estremecedor. Y, desde luego, tanto por el tono empleado como por el fondo de lo que dice, impropio de alguien que pretenda presidir la Generalitat Valenciana.

Pero no tiene coste. Porque el PSOE anda incapaz de articular respuesta, perdido como está en su propio laberinto. Y cada vez que parece que vaya a encontrar la salida, lo que ocurre es que se mete en otros aún más irracionales. Le pasa a Sánchez en Madrid con ERC o Bildu. Y, aunque las situaciones nada tengan que ver, le ocurre a Puig aquí con Compromís y Podemos. Cuando más necesitan los ciudadanos de mensajes claros y de estabilidad, más es el ruido que emiten y más el sectarismo que imprimen a sus decisiones.

Alcaldes socialistas o los candidatos de ese partido ven venir una campaña electoral en la que van a estar teniendo que responder a si aplicarán o no la tasa si gobiernan

Los socialistas de la Comunidad Valenciana están convencidos de que su mejor baza electoral es la confrontación directa entre Puig y Mazón. La derrota, si se produce, se la achacarán a Compromís y Podemos. Seguramente es verdad. Pero es una verdad engañosa, peligrosa si no se extraen de ella todas las consecuencias. Porque si todo depende de Puig, entonces Puig tiene toda la responsabilidad de lo que ocurra o deje de ocurrir, por acción o por omisión, de aquí a que se abran las urnas. Tiene que gestionar, no sólo una autonomía, sino también un gobierno (que sea trino no significa que no esté obligado a ser uno) y un partido, el suyo, del que es secretario general. Y esa parte parecen haberla olvidado los socialistas.

La malhadada tasa turística, cuyo recorrido parlamentario ha seguido curso esta semana en las Corts gracias al voto favorable del PSOE, es un ejemplo de lo que digo. La tasa afecta al principal sector productivo de la provincia de Alicante. La rechaza la patronal, lo que es lógico. Pero también el Consejo Económico y Social de la provincia. Un informe de cinco profesores de la Universidad de Alicante señala sus incoherencias. Y sobre todo la repudian la práctica totalidad de los alcaldes o portavoces de los municipios turísticos que tendrían que cobrarla. Y, pese a ello, ahí sigue: tramitándose en València. Ese es el fondo, la gravedad, de la cuestión. Lo que explica que un asunto en apariencia menor se haya convertido en un problema político de primer orden. Eso es lo que no se está percibiendo en València, donde al igual que ocurre con el problema del agua el tema no es portada, ni impresa ni digital. La tasa no es la tasa, sino el hecho de que se le quiera aplicar a un territorio que mayoritariamente la rechaza sin que eso parezca importar. Tanto esfuerzo para «coser» la Comunidad, dilapidado en el tiempo de descuento.

El hombre encargado por Ximo Puig de diseñar la política turística de la Comunidad, el secretario autonómico Francesc Colomer, en la esclarecedora entrevista que hoy publica este periódico, define esa tasa como una multa y avisa de que dimitirá antes de tener que aplicarla. A pesar de representar en torno al 15% del PIB, la Comunidad Valenciana sólo ha tenido Conselleria específicamente de Turismo durante el mandato de Francisco Camps y en el primero de los gobiernos de Alberto Fabra, y únicamente sirvió para que algunas de sus titulares acabaran en el banquillo y una de ellas en prisión por las adjudicaciones del departamento al «Bigotes» y la llamada «trama Gürtel». Pero sí ha tenido muy buenos responsables, con un rango u otro, de la Agencia Valenciana, luego secretaría autonómica, de Turismo: Manolo Agramunt, Matías Pérez Such, Roc Gregori… Colomer, por el que nadie daba un euro cuando llegó, ha sido uno de los mejores. No sólo entendió el sector, sino también su coyuntura. Y ha modernizado tanto la gestión como la filosofía y los objetivos del departamento hasta límites inimaginables cuando se hizo cargo, de rebote, de esa responsabilidad. Turismo en la Comunidad Valenciana sigue teniendo un peso en el escalafón gubernamental y en el presupuesto ridículo en comparación con lo que supone en otras comunidades. Pero a pesar de eso, en cuanto a la gestión, la estrategia y la política desplegada Colomer ha llevado su área, del siglo XX, al XXII. En el INVAT.TUR trabajan con inteligencia artificial aplicada a los mercados o a la sostenibilidad, mientras en las Corts los portavoces de Compromís o de Podemos, con el funambulismo del PSOE mediante, hablan de distinguir entre «los de fuera» y «los de dentro». Con eso está dicho todo.

Ahora la última consigna es salvar a la soldado Aitana, a la que resulta que hay que darle cuartelillo para que consolide su posición en Compromís

La publicación hoy de la entrevista hará que arrecien las peticiones de cese de Colomer. Admito que yo, tan dado a la ortodoxia, también pensaba que su situación política era insostenible. Pero leyendo sus explicaciones, creo que hace bien manteniéndose en el puesto, sin entregar la cabeza. Todo lo que ha hecho, lo ha hecho más que por convicción, por inteligencia. Pero también por lealtad al president, sin cuyo consentimiento no habría llegado hasta aquí, y con su visto bueno. Así que si Puig lo destituye todos sabremos lo que eso significa en términos de claudicación.

No sólo Colomer se está jugando su futuro político en esto, apostando fuerte. También lo están haciendo los alcaldes socialistas o los candidatos de ese partido en muchos municipios de Alicante. Algunos de ellos le trasladaron en un aparte de la reunión que se celebró en la FVMP a la síndica portavoz del PSOE en las Corts, Ana Barceló, su enorme inquietud por lo que está pasando. Ven venir una campaña electoral en la que van a estar teniendo que responder a si aplicarán o no la tasa si gobiernan. Y cuando contesten que no, temen con razón que la siguiente pregunta sea: «¿Pero si necesitan los votos de Compromís o Podemos para la Alcaldía, les impondrán que la apliquen?». Y esa es una encerrona de la que están seguros de no poder salir bien.

¿Puig no sabe esto? Pues claro. Se lo han trasladado los alcaldes. Se lo ha contado Ana Barceló. Se lo ha avisado el secretario provincial del PSOE de Alicante, Alejandro Soler. Se lo ha dicho, desesperado, Francesc Colomer, que ve cómo todo lo invertido en convertir a la Comunidad Valenciana en el destino «amigo» por excelencia se va por el sumidero de un día para otro. Y se lo ha avisado, tal como escribía aquí yo mismo el pasado lunes, su instinto político desde el minuto cero. ¿Y entonces por qué sigue dando bola al tema? Pues, desde 2015, año en el que se firmó el pacto del primer Botànic, cuando no ha sido por una cosa ha sido por otra. Y ahora la última consigna es salvar a la soldado Aitana. A la que resulta que hay que darle cuartelillo para que consolide su posición en Compromís tras sustituir en los cargos institucionales, que no todavía en el liderazgo, a Mónica Oltra. No ponerla en el brete de responder a un voto negativo a la tramitación de la tasa por parte del PSOE, no se vaya a romper nada más llegar al cargo.

La tasa no es la tasa, sino el hecho de que se le quiera aplicar a un territorio que mayoritariamente la rechaza sin que eso parezca importar

Pero eso es un engañabobos. Porque la tasa se planteó, como decía, ya hace más de un lustro y entonces ni había que blindar a Aitana Mas ni Compromís estaba en crisis. Pero los socialistas permitieron que circulara. Porque Puig no puede poner en cuestión lo mucho que se juega el PSOE en Alicante (provincia en la que obtuvo el 45% de sus votos totales), al albur de lo que arriesga Compromís, que en 2019 sacó el 22% de sus votos en este distrito mientras que en València cosechó más del 67% de sus apoyos y por eso es en València donde se está acuartelando, dando por perdido el sur. Porque si Aitana Mas quiere ser líder de Compromís tendrá que ser ella la que asuma el reto y los riesgos, y para serlo no le va a servir la protección (con una dosis de paternalismo que tampoco toca) del Palau, sino su arrojo a la hora de plantearle a quien se ponga enfrente lo que para todos los demás es evidente: que o ella, o el caos. Y si prefieren el caos, con su pan se lo coman. Y porque el president, a diez meses de las elecciones, no puede permitirse seguir manejando el volante al estilo Rajoy, sembrando la confusión hasta en sus propias filas, que empiezan a no saber cuándo van para adelante y cuándo para atrás. Miren, si no, el otro espectáculo de la semana: el del grupo socialista en el Ayuntamiento de Alicante, donde también les ha caído encima como una maldición la querencia del Palau a no afrontar los problemas porque siempre es pronto, hasta que estallan y ya es tarde. En Alicante, el portavoz municipal socialista, Francesc Sanguino, ha «purgado» a los representantes del partido. ¿Y qué alega el hombre para ello? Que estaban en contra de la tasa turística y él, siguiendo a Puig, está a favor. Toma del frasco.

Seguro que muchos de ustedes recuerdan la historia del reo condenado a muerte que, justo antes de que el verdugo cumpla con su faena, aprovecha sus últimas palabras para hacerle una oferta al rey: si le concede un año más de indulgencia, al cabo de ese tiempo él hará que su caballo hable. El rey le otorga el plazo, pero mientras el reo se retira un compañero le dice: «No sé qué pretendes. Tú sabes que el caballo jamás va a hablar». A lo que él le contesta: «Es verdad, pero de aquí a un año igual se muere el rey o se muere el caballo». Ganar tiempo. Esa parece la estrategia. Pero en política no suele funcionar. Al contrario, ves la nueva patada adelante y no te queda otra que preguntar cuándo decidió Ximo Puig dejar de actuar como rey para ponerse a imitar la táctica del condenado.

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