En las campañas televisivas de prevención de incendios, en los años 60, se popularizó una frase: «Cuando un monte se quema, algo suyo se quema». Pues así seguimos sin que haya cambiado casi nada desde entonces. Mejor dicho. Del cambio climático no se hablaba. Ahora es uno de los temas esenciales. Ya ven la tradicional ola de incendios de cada verano. La prevención, no solo sofocar las llamas, sería lo más conveniente. Pero no ocurre nada. Los termómetros baten el record y las condiciones son cada vez peores.

El bombero Pedro Sánchez, con su paquete de medidas anticrisis bajo el brazo, sopla y echa agua. Y vuelve a resurgir con su «Manual de resistencia» política, que le hace salir airoso, hasta ahora, de todas las dificultades. En el reciente debate del estado de la nación supo vencer, pese a que los sondeos electorales no le sonríen y el alza de precios y la pérdida del poder adquisitivo siguen su curso. El presidente del Gobierno, con «cara de cumbre de la OTAN» y poniendo nuevas pilas a su alma, está dispuesto a todo, a contar con apoyos necesarios para aprobar los últimos presupuestos de la legislatura.

El cambio de ciclo, en favor del PP y de Vox, puede que no llegue tan fácilmente y que haya margen para no perder en próximas elecciones. Depende. Sánchez no tira la toalla y quiere que el PSOE rinda a fondo con unas coordenadas que conduzcan bien hacia sus intenciones políticas y sociales con el nuevo giro a la izquierda.

Por cierto, Adriana Lastra dimite (que no es una simple baja laboral) por cuestiones de embarazo, si bien la ahora ex vicesecretaria general del grupo era una de las protagonistas de las guerras internas que tenían lugar. Uno de los ajustes queda hecho, lo cual significa que, asunto de salud aparte como razón expuesta, Sánchez duerme algo mejor en la Moncloa. De momento vuelve a recuperar la iniciativa y a cohesionar la coalición, que gobierna en España, y al bloque de la investidura.

Las sumas de Yolanda Díaz le quitan también el sueño y, aunque sea vicepresidenta segunda y ministra de Trabajo, necesita competir con ella en cuanto a sensibilidad con quienes más sufren los efectos de la crisis, que por una u otra razón no termina nunca. Véase la prolongación de la guerra en Ucrania, de la que Vladimir Putin es el máximo responsable. Todos lo somos de alguna forma. A la gravedad económica se agarra Núñez Feijóo, el líder mejor valorado actualmente, para apretar las tuercas a un moderadamente eufórico Sánchez y promover un adelanto electoral con el amparo de sus terminales mediáticas.

A partir de septiembre ya veremos. Los demás países de la Unión Europea están en la misma y difícil coyuntura. La contención del consumo puede equilibrar la ley de la oferta y la demanda, y el giro del que hablábamos, si no es circunstancial, tiene que acompañarse de reformas estructurales en esa dirección. Enfrente, la gran receta del PP para todo. Bajar impuestos y recortes públicos. Para que tenga más aún quien más tiene, y los que tienen menos no tengan mucho más. De paso, reclamar mayor financiación al Gobierno central y colgarse medallas ante la ciudadanía, como supuestos benefactores.

Vale reducir el déficit público y el gasto burocrático. Sin ser ninguna solución de fondo, sería algo racional si se hiciese en condiciones óptimas, no desaforadamente como quieren algunos. O abandonar la lucha contra la crisis climática, según el deseo de Vox. Más emisiones contaminantes. Y no es que los países vengan haciendo toda la tarea que el grave asunto exige desde hace años. A la vista está. No hay prisas y esto arde con una impetuosa danza del fuego. Una calentura global en diferentes ámbitos.