El pasado mes de diciembre la actual ministra de Sanidad, Carolina Darias, anunció públicamente la creación de una estrategia de cuidados.

Sin duda, su anuncio fue muy bien acogido y respondía a la necesidad de dar respuesta eficaz, efectiva y eficiente al contexto de cuidados en el que nos encontramos actualmente tras la pandemia de la COVID 19.

No es que antes de la pandemia no existiesen necesidades de cuidados. La cronicidad, el envejecimiento, la soledad, los cuidados familiares… ya eran una realidad que entonces tampoco tenía la respuesta adecuada dado el poco valor otorgado a los cuidados.

A nadie se le escapa que el aislamiento como consecuencia del confinamiento, la incertidumbre, el sufrimiento, la violencia de género, el dolor, la muerte, los problemas de salud mental en amplios sectores de la población, los problemas económicos que provocan mayor pobreza y desigualdad, la vulnerabilidad, la COVID persistente… por poner tan solo algunos ejemplos, configuran un panorama en el que los cuidados, en la mayoría de los casos, se identifican como la mejor respuesta.

Esta realidad que quedó patente en las diferentes comisiones de reconstrucción desarrolladas a nivel nacional, autonómico y provincial, lamentablemente tan solo sirvieron para emitir informes que no se tradujeron en acciones ante las necesidades de cuidados que en las mismas se trasladaron, como yo mismo tuve ocasión de hacer, en la realizada por el Ayuntamiento de Alicante.

En cualquier caso, es importante destacar que la respuesta a esta situación no consiste en una asistencia puntual a síntomas derivados de anomalías o desequilibrios físicos. Resulta imprescindible llevar a cabo un abordaje integral, integrado e integrador en el que se contemplen también la perspectiva psíquica, social y espiritual dada su significativa influencia en la salud, al no poder ser resueltos exclusivamente desde la prescripción farmacológica o la asistencia médica, a pesar de su valor.

Psíquica dada la influencia sobre la salud mental de todos estos problemas. Social por la trascendencia de los determinantes sociales, como medio ambiente, vivienda, educación, precariedad laboral… en la salud y que además se articulan con los objetivos de desarrollo sostenible (ODS) con los que estamos comprometidos. Y espiritual porque en sociedades multiculturales como la nuestra es imprescindible que se tengan en cuenta las normas, valores, sentimientos, creencias… que trascienden al ámbito de la religión y se configuran como fundamentales en cualquier abordaje de cuidados.

Tal como dice el empresario estadounidense Warren Buffet, “cuando baja la marea se sabe quién nadaba desnudo” que es lo que ha pasado con la pandemia, que tras su paso han quedado al descubierto las desnudeces del Sistema Nacional de Salud (SNS). Así pues, esta realidad, a la hora de dar respuesta a todas estas necesidades, han provocado una insatisfacción y falta de confianza tanto de la ciudadanía hacia las organizaciones de salud y sus profesionales, que en muchas ocasiones han pasado de héroes a villanos, como de los propios profesionales hacia la ciudadanía por entender que no asumían su responsabilidad. Desencadenando situaciones de gran inestabilidad e incluso conflictividad.

El problema, sin embargo, no es tanto las carencias y sus consecuencias a la hora de dar respuesta eficaz y eficiente a las necesidades reales y sentidas por la población, como la falta de intervenciones destinadas a su solución, lo que conduce a una situación muy compleja que requiere de intervenciones globales que cambien el actual y caduco modelo del SNS.

El anuncio de la ministra, tras más de 7 meses del mismo, ha quedado en una nueva y decepcionante declaración de intenciones.

Las enfermeras, como las profesionales que pueden y deben liderar dicha estrategia de cuidados al ser referentes de los mismos, sin embargo, están siendo utilizadas para parchear las deficiencias de asistencia médica como consecuencia de la deficiente planificación y gestión de plantillas y no tan solo de carencia de profesionales como insistente e instrumentalmente se está trasladando.

La solución no pasa exclusivamente por aumentar las plantillas de profesionales, sino por planificar, lo que lamentablemente suele hacerse muy poco, ya que prevalece la toma de decisiones basada en ocurrencias en lugar de en evidencias científicas.

Sería deseable que la estrategia de cuidados se convirtiese cuanto antes en una realidad que contribuya a paliar la actual situación de salud comunitaria.