Siempre se ha sabido que la memoria de los mentirosos, como la de los borrachuzos, es su gran enemigo (así como de las mentirosas y las borrachuzas, tanto o más). Y también sabemos que quien basa una vida, un currículo, un programa o un ideario ideológico siendo un mentiroso compulsivo, está expuesto a que los fantasmas de su subconsciente se levanten de la tumba para atormentarle sin piedad. Eso se nota en las canas (a Felipe González, para darle una imagen de más experiencia, madurez y responsabilidad social corporativa, se las tuvo que tunear la directora de cine Pilar Miró –s.n.e.v, e.b.t– en la foto que figuraba en los cartelones electorales cuando ganó las elecciones de 1982, cuadragésimo tercer año fascista según la ley de Memoria Democrática). Tanto tiempo acostándose con la pesadilla del fascismo franquista produce los «booo» que silban los espectros junto al oído. Algunos vienen de Madrid con perfume de mujer, Dino Risi y Vittorio Gassman me perdonen; otros, de Castilla y León; y, recientemente, de Andalucía, donde Moreno Bonilla arrasó haciendo lo que el viperino Alfonso Guerra, con su habitual matrería, dijo: ha ganado [el PP] porque ha gobernado «como lo habían hecho los socialistas antes». No deja aclarado Guerra si el «antes» fue cuando Pablo Iglesias, el de verdad, y su PSOE, colaboraron con el dictador Primo de Rivera en 1923; o «antes» de que su hermano Juan oficiara de maletilla en la oficina de empleo que le montaron en Sevilla; o «antes» de los ERE con Chaves y Griñán. Antes me sabía la respuesta, pero eso era antes.

Sin embargo, para la dirigenta (no la Regenta, pese al paisanaje asturiano) política más educada, brillante, inteligente, preparada y dialogante que ha tenido el PSOE desde las croquetas de bacalao de Casa Labra, la «booo» Adriana Lastra, la fantasmal derrota socialista en Andalucía fue por culpa de la pandemia, el cambio climático y el dinero público que regaló Sánchez porque no es de nadie… el dinero, no Castejón, que es de Sánchez. «Booo», ulularía el fantasma de Hamlet si Adriana lo hubiera leído, que no. A estas alturas del año, con la calor climática que está cayendo, puedes imponer, ratio decidendi, ese análisis al sufrido y servil aparato orgánico del partido, al que no le queda más opción que obedecer o jugarse la nómina; pero pretender, obiter dicta, que te crea la ciudadanía toda y toda la militancia (a escondidas), es tanto como alegar que las mujeres con embarazos delicados tienen que doblar el pulso y abdicar del trabajo –en vez de pedir la baja y luego reincorporarse– dada su debilidad. Por ahí no pasa un feminismo de primero de básica; tantos años de lucha para que ahora el embarazo nos devuelva a tantos años de lucha.

Pero a la apasionada (no Pasionaria) Adriana le ha fayado el subconsciente, y solo a una mujer de su pulcra y exquisita preparación cultural e intelectual se le habría ocurrido dimitir, alzarse contra el Jefe –eso sí, horas antes de que el Jefe se alzara contra ella–, un 18 de julio, con la carga simbólica que tiene esa fecha ahora que ETA ha confeccionado el calendario de los viejos fascismos europeos para recordarnos lo que nos espera si abandonamos el sendero luminoso, democrático, preparado por ETA a partir de 1984, primer Año Triunfal. Qué frágil memoria la de Lastra, o que alegórica rabieta de mala estudianta: como el profesor me va a suspender, días antes de que lean las notas, aprovechando que el 18 de julio le sienta muy mal al Maestro, causo baja en el colegio alegando tantos años de lucha feminista. Y eso debería haber hecho ahora, pedir la baja para reincorporarse más adelante en sus funciones, no la dimisión. ¿Por qué no dimite también de diputada?

Y en este PSOE tan altamente sensibilizado con los derechos de la mujer, con el feminismo del siglo XXI, con el abecedario transwoke, resulta que al día siguiente del alzamiento de Lastra se une a la asonada otra mujer empoderada, la fiscal general del Estado Dolores Delgado, que alega motivos de salud para justificar su dimisión. Tan explícito fue el comunicado justificativo de la abdicación, que la ministra de Justicia, Pilar Llop, por si el populacho no se lo creía, poco menos que recitó con descriptivo detalle el historial clínico de Delgado, al que solo faltó mostrar las radiografías y un certificado médico. Y todo por no enseñar la severa radiografía de Bruselas al Gobierno respecto a la independencia de la Fiscalía, o las ásperas sorpresas que puede deparar Villarejo. Cuánto dolor, Dolores, cuántos años de lucha para mutar un cese vestido de hospital. ¿Aún quedan ingenuos que se crean a salvo de los caprichos de Heliogábalo?

Cuántos autónomos, cuántos profesionales, cuántos agricultores y ganaderos, cuántos modestos empresarios (ellos y ellas) acuden todos los días a trabajar cosidos por el dolor, acechados por la enfermedad, cautivos entre preservar la salud o procurar el bienestar de sus familias. Ellos y ellas sí que juegan sin red, sin soporte que les garantice que podrán seguir pagando la hipoteca, el colegio de sus hijos, la cesta de la compra. Y además del dolor, ultrajados a impuestos, acosados por las muchas administraciones, abandonados a su suerte por la burocracia legislativa; olvidados de los poderes políticos, de cualquier ideología, de todos y todas. Con lo largo que se nos antoja el alfabeto identitario y resulta que para ellos y ellas no queda una sola letra donde ubicarlos. Cuánto dolor, Adriana y Dolores, qué injustos olvidos. Pero dentro del dolor, vosotras sí podréis descansar sin mirar, angustiadas a final de mes, el saldo de la cuenta. A más ver.