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Francisco José Benito

La Cuarta Vía

F. J. Benito

De la tormenta perfecta a las sombras: ¿Se nos ha olvidado de dónde vienen nuestros turistas?

El modelo turístico de la Costa Blanca es el que es y 50 años después es complicado cambiarlo de golpe porque funciona. Los dobles turnos y el “overbooking” no deben ser ya sinónimo de éxito, máxime en una coyuntura económica como la actual

Una turista sale del hotel con la maleta en una imagen de esta semana David Revenga

No hace mucho más de un mes, uno de los principales representantes de la hostelería de la ciudad de Alicante, con crédito adquirido desde que comenzara una aventura exitosa en un restaurante frente a la Diputación, proclamaba que este verano la Costa Blanca estaba a las puertas de la tormenta perfecta. Los turistas extranjeros habían vuelto tras dos años de cierres y restricciones, había actividad nocturna los siete días de la semana y todo apuntaba a que los españoles se iban a quedar en España este verano. Llegaron las Hogueras de San Juan, fiestas mayores de Alicante, y ratificación de los anterior. Las mejores fiestas de la historia.

Pues bien. Ese domingo se cumple ya un mes de la noche de la Cremà (24 de junio), en la que este que escribe tuvo que cenar casi de pie en la mesa de una terraza de un restaurante de la alicantina calle Bazán, todo parece que se ha ido al traste y vuelven las sombras, pese a que en las playas no quepa un alfiler y, a falta de llegar agosto, hoteles y apartamentos turísticos trabajen en este julio con ocupaciones medias del 65%/70% y puntas del 100% los fines de semana y sea complicado encontrar un taxi en muchos municipios turísticos. Y eso sin entrar a valorar a fondo lo que se nos puede venir encima si continúa la guerra en Ucrania o si a partir de octubre al final cerramos nuestros hoteles al Imerso. Las preguntas que me vienen a la cabeza son algo así como: ¿Estamos tan mal respecto a los meses de julio prepandemia? ¿Nos puede la ansiedad tras dos años de ruina? ¿A qué apostamos cuando la inflación está por encima del 10%? ¿Se nos ha olvidado de dónde vienen nuestros turistas?

Nuestro modelo turístico es el que es, y casi 50 años después, no es que resulte complicado renunciar, sino que la pregunta es ¿por qué habría que hacerlo si hasta que el covid decidiera hacer turismo o a Putin se le ocurriera invadir Ucrania todo funcionaba como un reloj suizo? Y está arrancando de nuevo con más fuerza de la esperada.

Cierto es que la realidad de la Costa Blanca y de Europa no es la que se encontraron los pioneros del sector a principios de los años 70 del siglo XX, pero es que aquellos pioneros también han evolucionado, aunque a menudo se quiera arrojar un aroma decadente sobre ellos. Entonces, el incipiente sector turístico provincial, guiado por el maná que supuso el dinero fresco que llegaba desde Gran Bretaña para la construcción de hoteles en una España donde el crédito bancario no existía, se dejó llevar por los turoperadores a cambio de que financiasen miles y miles de plazas con la condición de que fueran reservadas para sus clientes.

Trabajadores británicos que demandaban una zona de veraneo en Europa barata y próxima a sus domicilios gracias a los vuelos chárter. Así empezó, y así sigue 50 años después. Un modelo que comenzó con los ingleses, pero que fue luego adaptándose a otros mercados del norte y centro de Europa, y también al español o al portugués. Una estructura que, cierto es, necesita grandes cantidades de turistas para que salgan la cuentas. Las cuentas salieron entonces y, de momento, superada esta pandemia que lo ha parado todo, siguen saliendo, como lo demuestra que la industria turística provincial mantenga 300.000 empleos al año y suponga el 15% del PIB.

Tres de cada cuatro turistas extranjeros llegan desde los barrios industriales de, entre otras ciudades, Liverpool o Manchester con sueldos medios/bajos y en viajes organizados por mayoristas -las grandes cadenas van soltando también este lastre-, que como empresas que son tienen como objetivo hacer la mayor caja posible. Y ahí ha estado el error.

La Costa Blanca había perdido desde que se desató la pandemia del covid, en marzo de 2020, el 80% de los turistas del Reino Unido en relación al último gran año, el histórico 2019 y pese a que han vuelto, no lo han hecho en las cantidades de antaño. Otro asunto es que la ocupación no se resienta porque este verano los españoles nos hemos quedado, mayoritariamente, en España.

La crisis económica derivada de la sanitaria ha provocado que el sector turístico acumule unas pérdidas cercanas a los 10.000 millones de euros en la Costa Blanca, lo que representó la desaparición del 70% de la actividad, por lo que resulta hasta lógico que muchos empresarios pensaran tras una primavera muy optimista que el verano sería espectacular, pero como la sensibilidad está a flor de piel, estas tres semanas de julio han vuelto a poner a muchos de los nervios y, sinceramente, no se entiende muy bien cuando a principios de enero, tras Fitur, la coincidencia general es que no habría recuperación total hasta 2024.

Por supuesto, nadie pensaba que Vladimir Putin invadiera Ucrania y pusiera al mundo al borde de una Tercera Guerra Mundial que, en lo económico, comienza a parecerse y nos lleva a un otoño e invierno más que preocupantes, y no porque vayamos a volver a las trincheras sino por las consecuencias de la crisis energética para la que nadie ni el propio John Biden estaba preparado. 

Y si el mundo está complicado y la seguridad es ingrediente clave para el turismo -añadiría que en la Costa Blanca también el precio porque el modelo es el que es- en la Comunidad Valenciana nos empeñamos en enredarnos con la tasa turística. Un turista de Manchester o de Burgos no va a dejar de venir, ¿o sí?, a un hotel de Benidorm porque al pagar la factura el recepcionista de turno le diga aquello de que me debe usted 50 euros más porque su estancia está gravada, pero ¿tiene sentido castigar al sector turístico con un nuevo impuesto cuando, precisamente, el hotelero es uno de los más regulados de la Comunidad?

Partiendo de la base de que el perfil turista que se aloja en un hotel de Barcelona, Praga, Madrid o Paris no es el mismo, además, que el que elige la Costa Blanca, zona en la que el euro se pelea hasta el último céntimo, resulta desolador escuchar los planteamientos de cargos públicos, que, sin embargo, no han movido un dedo para denunciar, por ejemplo, que el sector lleva financiando el turismo del Imserso desde hace diez años con los precios congelados. Hoteles y apartamentos reglados que reciben la visita de los inspectores de turno para supervisar sus instalaciones al milímetro, cuando, día tras día, tienen que pelear con la presión de los turoperadores o ver cómo el vecino pone su piso a disposición del turista en las multimillonarias plataformas de alquiler escapando a todo tipo de control. Favorecen el intrusismo en el sector y luego sacan el látigo contra los hoteles y apartamentos reglados. Y ojo a letra pequeña. La aplicación de la tasa será voluntaria... a medias, ya que un tramo es autonómico, por lo que habrá impuesto sí o sí, al menos si la composición del Botánic sigue como está tras las elecciones de 2023.

Más les valdría pelear en las Cortes para que el Turismo deje de ser la Cenicienta de los presupuestos que trabajar por implantar tasas recaudatorias en un sector que mira hasta el último grano de arroz del bufé para que salgan las cuentas. Ojo, insisto, una actividad que supone el 15% del PIB y que mantiene 300.000 empleos, entre fijos y temporales al año en la Costa Blanca. ¿Se merece menos atención política que cualquier otro? Por supuesto que no, cambiemos el chip.

Posdata: los viajeros que eligen como destino turístico a España dedican a la restauración casi un 30% del total de su presupuesto, según la app financiera Revolut, que asegura que los extranjeros gastan un 16% más en restaurantes en España, que los españoles que viajan fuera. Con la que nos está cayendo a todos tampoco está tan mal. Como no se cansa de repetir José María Caballé, principal empresario hotelero de la Comunidad Valenciana, el tiempo medir el éxito de la temporada por el "overbooking" y los dobles turnos se ha acabado.

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