Pedro Sánchez no quiere que se derrumbe su Presidencia a finales del 2023 y por eso acelera reformas en su casa, el PSOE. Ya se verá si es suficiente o no, pero la limpieza de fachada es interesante: Pilar Alegria como portavoz del PSOE; Patxi López, ex lendakari, portavoz en el Congreso y la ministra de Hacienda, María Jesús Montero, vicesecretaria y número dos.

Un diputado del Partido Popular ha tuiteado al conocer los cambios: “¿La Ministra de Hacienda como número dos del PSOE? Confirmado: se hunden”. Según el CIS es probable que eso ocurra, porque el PP ya supera al PSOE en intención de voto. Aunque si el CIS de Tezanos ofrece ese pronóstico, es probable que al final no ocurra, habida cuenta de su nivel de aciertos demoscópicos.

Todo parece claro, pero a la vez nada es seguro. Situación extraña esa. Claro, porque se aprecia un Partido Popular subiendo con Núñez Feijóo al frente, a costa de Vox y de los restos Ciudadanos, sin descartar que una parte de votantes socialistas cambien de bando, como ha sucedido en Andalucía. Pero aún siendo eso claro, nada es seguro porque a Pedro Sánchez no hay que darlo nunca por muerto, como saben bien adversarios y correligionarios. “¿Quién ganará las primarias, Eduardo Madina o Pedro Sánchez?”, pregunté en su día a Pilar Alegria. Me adelantó que ganaría Pedro y que así había respondido a la misma pregunta del propio Madina que quedó desconcertado. Ella le habló al entonces secretario del grupo parlamentario, de un diputado por Teruel al que Marina no conocía. “Entre el que no me saluda porque no me conoce, y debería, y el que se ha tomado tres cervezas conmigo en el bar de las Cortes, apoyo al que me tiene en cuenta”, le había trasladado. Pedro ganó y luego fue expulsado de la secretaría general en una patética reunión, adelantada en la novela de Vázquez Montalbán “Asesinato en el Comité Central”. Recorrió España durmiendo en casa de militantes, volvió, ganó a Susana Díaz y desalojó a Mariano Rajoy de la Presidencia con una moción de censura. Y después ganó las elecciones. Ahí sigue, con muchos problemas externos y algunos internos. Cierto. Pero lo daban por caído en el primer año de legislatura y resistirá hasta el final. “A pesar de lo de Andalucía, el próximo mes de mayo ganaremos las elecciones municipales claramente”, pronostica Abel Caballero, alcalde de Vigo y presidente de la Federación de Municipios y Provincias. “Y las generales ya se verá. No están todavía perdidas”, confía. Difícil.

A quien se le ha derrumbado su Presidencia del Consejo de Ministros es a Mario Draghi. Mala noticia para Italia y pésima para Europa. Italia es ahora más débil y Europa también. Ni el clamor de alcaldes, medios y ciudadanos para lograr su continuidad pudo evitarlo. Entre la derecha de Berlusconi, la extrema derecha de Salvini y la extrema izquierda lo han derribado. ¿Qué tienen en común esos extremos? Su simpatía por Vladimir Putin que debe haber celebrado con alborozo la caída del que fuera presidente del Banco Central Europeo: el hombre que salvó al euro en la pasada crisis y que podía recuperar Italia, si la política de aquel país no fuera tan diabólica. Incluso más que la española. Draghi ha dejado como herencia unos contratos con Argelia para alimentar el gaseoducto que llega hasta Sicilia y que reducen la dependencia energética de Moscú. Pero Putin es mucho Putin y lo quiere todo atado y bien atado.