Nada más iniciada la guerra entre Rusia y Ucrania se produjo tanto en políticos de cualq1uier ideología como en los medios de comunicación una colosal unanimidad “cuasi a la búlgara” según la cual este era un conflicto creado por un maníaco autócrata ruso que soñaba hasta con recuperar el antiguo imperio zarista. La propaganda de nuestro mundo occidental puso en marcha toda su maquinaria para convencernos de lo peligroso que podía ser este iluminado que para colmo disponía en su poder de un botón nuclear. Seguro que si a ese botón tiene acceso algún presidente demócrata y no autócrata tipo Donald Tramp podremos dormir todos más tranquilos, deduzco yo.

Fue ya en plena guerra cuando un avezado periodista nos informó en este diario que recién desmembrada la Unión Soviética, tanto Yeltsin como Gorbachov recibieron promesas verbales del presidente de Estados Unidos en el sentido de que occidente no intentaría hacer leña del árbol caído. Promesa y compromiso incumplido pues faltó tiempo para meter en la OTAN a todos aquellos países que meses antes habían pertenecido al Pacto de Varsovia. Es más, se nos informa también que alrededor del año 2000 Rusia solicitó el ingreso en la OTAN y como contestación recibió ese famoso dicho de “cántese usted otra”. Si a todo esto añadimos la enigmática frase pronunciada recientemente por el Papa Francisco en la que manifiesta su sospecha de que esta guerra pudo ser provocada o pudo ser evitada, podemos llegar a la conclusión de que esa peregrina idea del autócrata que el día que se levanta con el pie izquierdo o no tiene cosa mejor que hacer, se dedica a iniciar guerras, no deja de ser más que una enorme rueda de molino con la alguien o “alguienes” desea hacernos comulgar.

Nuestro presidente del gobierno decía hace tan sólo unos días, y lo suele repetir siempre que tiene la ocasión, que Putin está empleando el gas y el petróleo como armas de guerra. Hasta donde yo sé, y me he zampado muchos telediarios y tertulias televisivas de esas que a poco que te descuides te dejan grogui, quien primero manifestó que debíamos dejar de comprar a Rusia porque no era ético ni moral financiarle la guerra, fue precisamente nuestro mundo occidental, Europa capitaneada por USA. Hasta ese momento, que yo sepa, Rusia se dedicaba a bombardear y destruir ciudades ucranianas, pero no dijo “esta boca es mía” sobre posibilidad de cerrar el grifo a nadie. ¿Quién fue por tanto el primero que empezó a usar esos productos como arma? Las responsabilidades hay que adjudicárselas a quien verdaderamente las tiene que asumir y no tratar de contarle cuentos chinos a la ciudadanía.

Lo que sabemos o tenemos como hechos probados es que este conflicto bélico ha ocasionado hasta el momento miles de muertos en un bando y otro, seis o siete millones de refugiados ucranianos buscándose la vida por el resto del continente, ciudades y cosechas devastadas, sangre, dolor y lágrimas en todo aquel territorio y en contraste con esto hay otras zonas donde se están forrando fabricando armas y extrayendo energía para suplir la que dejamos de comprar a Rusia. A nosotros en Europa nos ha tocado hacer frente a una inflación de caballo, a una segura pérdida de poder adquisitivo y calidad de vida y otra más que segura posibilidad de que nos toque pasar frío el próximo invierno, parar la industria, más paro, etc. Incluso los ecologistas de toda la vida, verdes alemanes y de otras latitudes, ya se están planteando volver a la extracción de carbón y darle una medalla “verde” a cada central nuclear. Vivir para ver. Y todavía hay políticos que pretenden convencernos que toda ésta caótica situación se debe a un sólo individuo, al que han adjudicado el dasaguisado llamándole “la guerra de Putin”. No es este dirigente ruso personaje de mi devoción, pero de ahí a que otros se crean con el derecho a tomarme el pelo, van listos.