Que los incendios están azotando a más de media España es un hecho: la friolera de casi 70.000 hectáreas de superficie devastada por el fuego en lo que llevamos de año tiene en vilo a todo un país. La posibilidad de que las llamas avancen sin piedad por nuestros campos y montañas es elevada, teniendo en cuenta una serie de factores que, combinados y agravados por la previsión de las altas temperaturas y el abandono del medio rural, se perfilan como una auténtica bomba de relojería que podría estar llegando al fin de su cuenta atrás.

La disminución del rendimiento de la explotación agraria, atizada por los elevados gastos que tiene que asumir el agricultor o ganadero, como el encarecimiento del precio del gasóleo y el abono, entre otras cosas, da pie a unos campos cada vez más vacíos que, al dejar de ser rentables, dificultan el relevo generacional y favorecen la despoblación de las zonas rurales. Como es lógico, nadie quiere asumir los altísimos costes de poner en funcionamiento unos campos abandonados.

En este sentido, las cifras hablan por sí solas: en los últimos veinte años, las tierras de cultivo de la Comunidad Valenciana han caído en picado en un 23% (178,5 miles de hectáreas en 2001 a 136,6 en 2021), mientras que las destinadas a pastos y el terreno forestal se han incrementado en un 22% y un 19% respectivamente, según el Informe del Sector Agrario de 2021. Cada vez menos campo agrícola activo y más superficie abandonada que pone en evidencia que son tiempos muy duros para un sector al que nuestros políticos ningunean y menosprecian.

Y, para más inri, éramos pocos y parió la abuela. Las inclemencias del cambio climático han sido otro factor agravante de nuestros campos, alternando períodos de sequía con aguaceros torrenciales sorprendentemente atípicos en nuestra zona, que este año han ahogado una gran parte de las cosechas. Es el sonado ejemplo de la cereza alicantina, un elemento clave de la economía local que acumula cuatro campañas consecutivas nefastas. El resultado, centenares de cooperativistas de las comarcas del interior de la Marina Alta y la de El Comtat en jaque.

A esta enredada problemática se suma el drama de la erradicación de la Xylella fastidiosa: la indiscriminada trituración de unos 160.000 almendros ha dejado bancales baldíos con maleza forestal seca y descontrolada, que en caso de arder supondrían un peligroso agravante. Así las cosas, las medidas tomadas por la Conselleria para preservar el monte han acabado siendo su enemigo más hostil, pues han dejado a la montaña alicantina huérfana de unas tierras activas que actuaban como parapente. Tras el arranque masivo de almendros ha llegado la completa desolación, convirtiendo los campos de almendros y su riqueza paisajística en auténticos polvorines a punto de estallar.

No quiero olvidarme de la ceguera de muchos grupos ecologistas, y del acoso y derribo que están promoviendo contra agricultores y ganaderos, auténticos guardianes y cuidadores del mundo rural, que están siendo injustamente maltratados y abocados al abandono de su actividad en pro de unas supuestas políticas de conservación del medio ambiente. Las tesis ecologistas de conservación de la naturaleza centradas en la falta de intervención del ser humano para mantener limpios los bosques; las limitaciones para recoger leña; la prohibición de la quema controlada y los impedimentos a la caza, la pesca y el pastoreo contribuyen sin lugar a duda a que haya más incendios y mueran miles de animales.

ASAJA Alicante lleva meses denunciando cómo nuestros políticos y gobernantes se atreven a dar la espalda a la agricultura, cómo se dejan marcar sus agendas por estos grupos que profesan un ecologismo mal entendido, cómo se dedican a hacer normativas en el seno de despachos de grandes ciudades que no acaban de aplicarse en nuestros municipios por el papeleo interminable que conllevan, como es el caso de la nueva Ley de Residuos. Ellos son los máximos responsables de este escenario tan oscuro, avivado por un acoso verde que ni hace ni deja hacer.

No olvidemos que cuando el campo y el medio rural se abandona, solo queda materia seca, destrucción y muerte.