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Javier Cuervo

Artículos de broma

Javier Cuervo

De momento, es verano

Un joven se refresca en Elche el lunes pasado, cuando el termómetro se disparó hasta los 46 grados.

Algunos economistas preocupados por la escalada de la inflación recomiendan empezar a pensar en el otoño. Los psicólogos, no. ¿Con quién quedarse?

En los telediarios los psicólogos aparecen después de las catástrofes, pero en la vida son más útiles antes. Estos días los vemos acudir después de los incendios para aliviar a personas psicológicamente carbonizadas por las pérdidas porque antes no hubo un trabajo de limpieza forestal que previniera con cortafuegos. Los psicólogos se ofrecen de urgencia a personas devastadas, pero su labor preventiva es mejor porque ayudan a quitar la maleza de las ideas y a talar los árboles secos de las obsesiones.

Metodológicamente, la psicología ahora pide que vivamos en el presente con atención plena. Vivir es un presente continuo, pero cargar con un cerebro que relata, repite, recuerda y anticipa despista con pasado y con futuro y distrae de ello de manera fija discontinua. Ese buen vivir el presente es ecuánime, no tiene nada que ver con el maniaco vivir el instante que ofrece el mercado de las experiencias.

Hay economistas que auguran que en otoño llegará la venganza de nuestro veraneo (sea exótico, largo, nacional, corto, sea tardeo local), pero ¿quién puede pensar en un invierno frío por restricciones de calefacción en estas noches de insomnio sin culpa y con sudor en que somos donantes de sangre de delgados mosquitos? No acaba uno hacerse a la idea de que el futuro sea el pasillo largo del pasado con radiadores tibios y grifos de agua fría.

Quizá algunos de los que han vuelto al trabajo se vayan aclimatando mejor al crudo otoño de los agoreros, pero a los que aún no hemos visto el verano más que a la luz de la tarde y no hemos tenido más relación con la estación que la de rollo de fin de semana nos cuesta anticipar la tristeza dulce de la caída de las hojas y la cara amargura del ascenso de la inflación. Además, pese a sus incordios, para los fotosensibles nunca queda suficiente verano y siempre es pesada la espera de los días que se recorren con la luz larga.

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