La escuela de calor también llega al mundo del trabajo. Si difícil es la vida doméstica con estas temperaturas, aún más complicada es la laboral. Igual que los grandes centros comerciales convierten su aire acondicionado en un gran reclamo comercial para los clientes, que ven en esos espacios auténticos oasis gratuitos para pasar la mañana o la tarde, una oficina o centro de trabajo con una temperatura que no rebase los 25 grados puede no ser ya un potro de tortura sino un auténtico refugio. Muchos ni siquiera querrán oír hablar de teletrabajo. La vieja broma del patrón paternalista que dice a sus empleados “¿Dónde vais a estar mejor que aquí?” se convierte en una triste, pero económica realidad: es la empresa quien paga en ese caso la factura eléctrica del aire acondicionado. Pero hay trabajadores que están obligados a desarrollar su tarea a la intemperie infernal de este calor. En el campo, es tradicional que se pare a las doce de la mañana para evitar las horas más ardientes del día y los peligrosos golpes de calor que pueden tumbar a cualquiera, pero también se comienza al alba. En la construcción van a empezar a hacer lo mismo: arrancarán a las seis de la mañana, dos horas antes de la hora habitual, y acabarán a las dos de la tarde. Además de este horario poco frecuente, en las grandes obras habrá personal que se dedicará a velar por la hidratación de los demás. Los trabajadores deberán descansar al menos diez minutos cada hora y beber regularmente. No estamos hablando de consejos o recomendaciones. Todas estas medidas responden a que el calor ya es un factor de riesgo para la salud de los trabajadores. Un asunto para tomárselo muy en serio.

En la noticia sobre este tema que ha elaborado nuestro compañero F.J. Benito, explicamos la “trampa” que esconden las temperaturas ambientales si no se combinan con un factor especialmente alto en Alicante: la humedad. Pese a que el termómetro marque 36 grados, que ya es una auténtica barbaridad, lo que el cuerpo siente varía en función de ese porcentaje: con un 65% de humedad, como se registró el pasado lunes, la sensación térmica, que es lo que al final importa, se eleva nada más y nada menos a 51 grados. A esa “temperatura relativa” y con esos niveles de humedad el cuerpo humano empieza a comportarse de una forma poco usual: deja de sudar y altera su funcionamiento. Nos lo explica un neurólogo en un informe muy revelador que ha escrito Pino Alberola que no querrán perderse. La escuela de calor va mostrando cada vez asignaturas más duras.

Y una cosa más:

Y, ya que estamos colocando el calor en el centro de nuestros desvelos, no ya como una incomodidad, sino como un asunto de salud laboral y pública, imaginemos la dimensión del problema cuando se mete dentro de un centro sanitario. En este caso ha sido en el hospital de Sant Joan, cuyo sistema de aire acondicionado suele dar verano tras verano pruebas de que conoció tiempos mejores. Ahora, la cosa es peor. Familiares de enfermos de COVID han tenido que llevar ventiladores para intentar mejorar la situación que padecen. La dirección del centro dice que el aire funciona y está al máximo, pero eso no es decir que la temperatura sea la adecuada. Que un centro sanitario sufra problemas de este tipo es una situación de auténtica emergencia. No tomárselo así es un error que pueden pagar quienes menos culpa tienen.  

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