La Asociación de Periodistas de la Provincia de Alicante pudo por fin homenajear a Vicente Hipólito, nombrándolo socio de honor. El acto se produjo en la Sede de la UA el día de Santiago, el más caluroso del año y de la década. El anfitrión, Jorge Olcina, nos informó que la sensación térmica, humedad añadida, había alcanzado los 52 grados.

El calor humano que había en la sala, donde convivían en armonía militantes de la izquierda, de la derecha y no alineados, se mezclaba con la emoción de la familia del homenajeado. Tres hijos muy queridos por todos, Vicente, Mª Mar y Mª José, y la pareja inseparable del comunicador, Fini Sendra, que no pudo evitar las lágrimas en su alegre y entusiasta discurso de agradecimiento.

Y es que Vicente Hipólito tiene muchos motivos para estar satisfecho. Ha vivido una vida plena. Ha gozado de la amistad en grado sumo. Y predicando con el ejemplo, hizo suya la recomendación con la que acababa cada uno de sus programas: “háganme el favor de ser felices”.

Si a bote pronto me hubiesen conminado a elegir a algún conciudadano por el que intercambiarme cuando me hiciese mayor, no sería uno sino cuatro: las parejas formadas por Vicente y Fini y Pepe Marín Guerrero y Ana María Navarro-Soto. Ellos son los alicantinos en los que cuando yo tenía veinte, treinta o cuarenta años quería proyectarme. Felices, cultos, cómplices, amigos de sus amigos, y derrochones de una bonhomía de la que fui testigo.

Blas de Peñas desveló en el homenaje que el presidente Joan Lerma ofreció a ambos la fundación de una emisora de radio que hubiese dirigido Hipólito oficialmente y Marín Guerrero en la sombra.

Me emocioné mucho aquella tarde en la sala sin aire acondicionado. Por tantos motivos.