Es una costumbre muy alicantina. Dar la callada por respuesta. En la vida cotidiana, pero también en los asuntos que a todos nos conciernen y por ello son motivo de controversia en la prensa. Un articulista es alguien que expresa su opinión sin que nadie se la haya pedido, con el convencimiento de que sus argumentos van a servir para alimentar un debate sensato y enriquecedor.

Llevo muchos años lanzando cargas de profundidad sobre asuntos, en mayor medida de índole cultural, con los que nadie parece darse por aludido. Recuerdo la primera de ellas, en una contraportada de 2010, titulada ‘Sólo es arte’. Me refería a la escasez de visitas a la sala de exposiciones de Bancaja, en plena Rambla. Al folio que habían pegado en el cristal de la puerta. ‘Entrada libre’. No muerde. Sólo es arte.

En el último año me atreví a argumentar cómo mientras los Teatros Arniches y Principal funcionan como un tiro, llegada la Muestra de noviembre, después de 29 años, durante los días de celebración del evento, salvo por el público cautivo invitado, ambos espacios se vaciaban.

Valgan ambos ejemplos a propósito de un montón de cuestiones incómodas sobre las que nadie replicó. Los aludidos, si los hubiere, hicieron como que la cosa no iba con ellos. No me gusta hablar de generalidades. Siempre hablo de casos concretos, hasta donde se puede.

Para demostrar cómo, diga lo que diga, la costumbre alicantina de dar la callada por respuesta será la imperante. Los nombres significativos y significados en la materia citada se guardarán mucho de opinar en los medios. Para que nada ni nadie altere el status quo. Mejor que nada cambie. Por si acaso.