Es un hecho manifiesto que el Bachillerato y la selectividad actuales están mal planteados. En mi opinión la selectividad debería desaparecer. De esta forma el Bachillerato se podría orientar para que los estudiantes descubrieran distintas posibilidades profesionales, así como campos culturales y científicos diversos. El Bachillerato debería servir para alcanzar una base lecto-escritora, de reflexión, de expresión y de resolución de problemas. Estos dos años son perfectos para que el alumnado desarrolle su identidad en base a experiencias creativas y relaciones constructivas. Este desarrollo personal en un momento clave de sus vidas no debería estar ligado a una nota de la que depende su futuro profesional.

Podemos analizar como lo hacen en otros países, en los que son las universidades las que hacen sus exámenes de admisión a las carreras universitarias. También podría existir una institución bisagra que se ocupara de gestionar el acceso a la Educación Superior. En el ámbito universitario, la ANECA es la organización nacional que se ocupa de conceder las acreditaciones y valorar los currículums de los docentes e investigadores. Otro ejemplo es el de la carrera de Medicina, que a través de la oposición MIR regula los accesos a las distintas especialidades. En este caso los estudiantes de Medicina no están toda la carrera compitiendo por una nota porque disponen de una prueba de acceso específica para el acceso a la especialidad. Eso no quiere decir que la nota de la carrera no sea relevante, pero no les condiciona como si lo hace la selectividad actual a las familias, estudiantes y docentes de Bachillerato.

Estamos en el siglo XXI, podemos crear un organismo o institución específica que gestione el acceso a las carreras universitarias. Podría ser una institución independiente o que estuviera ligada a la Universidad. De esta forma el Bachillerato estaría liberado de la nota de corte y podríamos diseñarlo de una manera nueva, más pedagógica y humana.