Evan Rachel Wood fue, desde su aparición en Thirteen, una “Lolita” del cine millennial americano. Sólo hace falta una película, una novela o unas gafas con forma de corazón para naturalizar hasta la náusea la sexualización de una adolescente “muy madura para su edad”. Después de esa película le siguieron otras tantas casi siempre cumpliendo el mismo papel hasta que Westworld, serie que ha estrenado este verano su cuarta temporada, la acabara de catapultar de nuevo.

“Eres muy madura para tu edad”, la frase que a algunas suena tanto y la misma idea con la que Marilyn Manson, con 37 años, se acercó a ella (que entonces tenía 17) en un ejercicio de grooming (avasallamiento en el que se resalta todo aquello que se tiene en común, lo especial de la relación, etcétera) en toda regla. A partir de ahí: juegos de poder, violaciones, intensa luz de gas, sumisión química, chantajes, insultos e indefensión aprendida, entre otras tantas formas de violencia. La sensación de soledad e impotencia de las supervivientes de abusos la resume Wood en una simple frase del documental ‘Renacer de las cenizas’, estrenado en HBO tras su paso por Sundance: «Ir contra la persona que abusó de ti implica invertir mucho tiempo y dinero. Revives el trauma y, además, te conviertes en un blanco».

Hoy la compañera Violeta Peraita publica en Prensa Ibérica un interesante artículo en el que se habla de cómo las violaciones dentro del ámbito de la pareja triplican las cometidas por extraños, imprescindible su lectura para no caer en la justificación de que Evan Rachel Wood, siendo una adolescente y viviendo un maltrato constante por parte de Brian Hugh Warner (así se llama el tipo), no sufrió abuso sexual al mantener una relación sentimental con el cantante. Las red flags que señala Wood son tan coincidentes con las de otros casos que dudar del testimonio de la actriz resultaría un insulto.

Con este trabajo Wood no sólo denuncia públicamente a su maltratador sino que propone un ejercicio pedagógico para aquellos que no puedan imaginarse vivir una situación semejante: narra, con el suyo y otros ejemplos de mujeres supervivientes, cómo germina un círculo de violencia que puede acabar “más o menos peor”, pero siempre empieza igual. Un documental más que recomendable para conocer el proceso de violencia (donde no siempre es necesario agredir físicamente) y revictimización y, de paso, darnos cuenta de que la solución no pasa por separar la obra del artista, sobre todo cuando este es capaz de violar a su pareja frente a las cámaras durante el rodaje de un videoclip. No hace falta ser un fénix para contarlo, a veces solo es necesaria la sororidad para sacar fuerzas y para que esto pase hacen falta testimonios.