Pleno verano, gran escenario de desconexión, y sin embargo nunca hemos estado más enganchados al próximo verano que ahora. Por un lado, para comprobar si Occidente se ha librado de su independencia del gas ruso. Y por otro, para comprobar si nuestra sofocación por causa del cambio climático se aliviaría. Pues es el transcurso del tiempo con su economía y su política quien nos podrá situar con menos presión y menos olas de calor extremas en ese gran escenario veraniego.

Así que por el momento presión o estrés a causa de una inflación disparada, de la ralentización del crecimiento económico y de si las sanciones a Rusia están perjudicando más a los consumidores europeos que a los rusos. Cuando, además, Putin muy probablemente se esté enalteciendo de la caída del gobierno de Mario Draghi, del debilitamiento de Emmanuel Macron por la pérdida de su mayoría parlamentaria, y de la dependencia de Alemania del gas ruso al menos en un tercio. Con la coletilla de que sería un enaltecimiento a costa de tres Estados que representan los pilares de la Unión Europea.

Pero como siempre sucede, esta presión no está sola, sino que le acompaña el oleaje (calor, incendios, inundaciones, sequía, etcétera) del cambio climático. Un oleaje de golpes que recibimos, y que requieren acciones de emergencia. Emergencia que es evidente y no solo porque Biden la haya declarado, o porque António Guterres la haya acentuado en el recién celebrado Dialogo Climático de Petersberg y de cara a la Conferencia de la ONU (COP 27) en Egipto el próximo noviembre, expresando: “Acción colectiva o suicidio colectivo. Ello está en nuestras manos”.

Esta evidencia volatiliza cualquier controversia o negacionismo. El calentamiento global es innegable, cada vez preocupa más, y afecta a todo y a todos, desde la economía hasta la geopolítica. Con los transcendentales matices de que el impacto sobre nosotros o sobre nuestras vidas, dependerá de factores tales como la zona geográfica, el estatus socioeconómico, la edad, la salud, etc. Por ello, sorteando el blanco o el negro, el fatalismo o el inmovilismo, tenemos la excelente oportunidad de preservar un planeta habitable, con una sostenible calidad de vida. Cesando en la expansión de producción de combustibles fósiles y reduciendo las emisiones. Y consiguiendo así tener un suministro de energía más limpio para tener un clima más seguro.

La inflación con la subida de precios (luz, gas, combustible, alimentos, etcétera) y los problemas económicos son las principales preocupaciones para los ciudadanos, que ganan apoyo para la acción política y económica. Por el mismo camino, la emergencia climática requiere ser una prioridad en la mente de los ciudadanos para aumentar el apoyo para esa acción. Donde la simple ceremonia de declarar la emergencia, un comportamiento común entre los políticos y los tecnócratas, no reduciría ni una molécula de las emisiones.

Las olas de calor no son algo nuevo, siempre han existido. Pero estamos viendo como éstas están aumentando en frecuencia, en intensidad siendo más extremas y en simultaneidad. Simultaneidad donde, según estudios publicados, las condiciones atmosféricas que causan dos fenómenos separados, pueden unirse. Además, las medidas de UTCI (Universal Thermal Climate Index) combinando temperatura, humedad, radiación solar y viento establecen que, por encima de 38º C la hipertermia o shock térmico es muy fuerte, y por encima de 46º C es extrema. Donde 30 minutos de hipertermia muy fuerte puede hacer peligrar la vida, y más en personas mayores. En estas medidas, una temperatura de 32º C, en determinados días y bajo el efecto de la humedad y la radiación solar, puede sentirse a 40º C.

El escenario no admite ineptitud en esa acción a realizar, y en este mundo interconectado en el que vivimos. Solo admite la estabilización del clima, con: la disminución de las emisiones y la lucha contra sus efectos devastadores; los cambios en nuestros modos de vida que tienen un coste; el esfuerzo de inversión necesario para una transición a energías limpias; y para comenzar, la cooperación para superar la actual crisis energética.