Si Sánchez arremete contra la oposición, la patronal, las eléctricas y las entidades financieras, sencillamente es porque arremeten contra él. Una acción a la defensiva en un terreno de juego fangoso, lleno de trampas y en el que las cosas cambian con cierta frecuencia. La política de unos es inclinarse ante los que más tienen para que hagan y deshagan en función del liberalismo que profesan. Oponerse a todo lo demás. Otros, con políticas socialdemócratas, vienen intentando proteger los intereses de los más débiles y de la clase media. Y el interés general de la población con mayor o menor acierto, pese a que la ciudadanía, mareada quizás con tantas interferencias, no siempre lo reconozca.

La crisis económica, generada por la guerra en Ucrania, implica, entre otros factores, asumir los planes de ahorro energético acordados en la Unión Europea. Al margen de esa circunstancia, no está mal ahorrar en cualquier factura y evitar derroches innecesarios e incluso perjudiciales. Eso de arrimar el hombro o de apretarse el cinturón no va con quienes montan en cólera ante los dos nuevos impuestos, ya que solo quieren más y más beneficios y defender una insolidaridad manifiesta. Aproximarse a algo parecido a lo que se entiende por «justicia social» les provoca urticaria.

Si los precios escalan, los salarios pierden poder adquisitivo. O sea que la inflación es una de las principales tareas de un Gobierno de coalición, feminista y sin corbata a no ser que sea imprescindible. Hay que bajar el nivel del frío en verano y el de la calefacción en invierno. Repartir las cargas justamente y no instalarse en el catastrofismo y en las burdas maniobras, como la secretaria general del PP, Cuca Gamarra, cuando habla nuevamente de más de 800 asesores del Ejecutivo. Al parecer, no hay derroches, ineptitudes o aprovechamientos por ningún otro lado.

La nueva legislatura andaluza comienza como terminó la anterior. Una Andalucía que es la segunda comunidad más pobre y que obtiene un incremento de la exclusión severa y de la pobreza infantil. Así lo indica el informe social de Cáritas. Este debe de ser el «milagro económico andaluz» en un terreno agravado, eso sí, por la crisis pandémica, la recesión y la inflación, y donde las desigualdades sociales y el empobrecimiento prosperan libremente. Dos consejerías más y la herencia recibida por Moreno Bonilla, que es la suya propia. La excusa suele ser que no llega a Andalucía suficiente dinero por parte del Gobierno central. No administran equilibradamente las arcas públicas y después se quejan.

Macarena Olona prometió hace muy poco una oposición leal en el Parlamento andaluz, sin cheques en blanco y condicionada a que el PP diese la espalda a la izquierda, responsable de los males habidos y por haber. Todo cambia de un día para otro. Olona se va de la política «por razones de salud», y miembros de sus propias filas respiran aliviados. «Un quebradero de cabeza» desde los recientes comicios andaluces, por saltarse las directrices de la campaña electoral con su personalismo. El oportunismo fracasó en las urnas. Quería volver a Madrid y hubo conflicto interno con Abascal.

Por cierto, el caso de los ERE en Andalucía, con los expresidentes Chaves y Griñán condenados sin que se llevasen un euro, tuvo un coste de 680 millones en diez años. Más del 85 % estuvo destinado legalmente a jubilaciones y ayudas a empresas. No hubo financiación ilegal del PSOE, ni se debe generalizar, pero la política clientelar quedó evidente, cosa incompatible, al igual que tantas otras sucias cuestiones, con una democracia auténtica. La malversación y la prevaricación son firmes.

Ya que se tiende a pensar que ese es el mayor coste por corrupción en España, se puede decir que los casos (interminables) del PP suponen, sin que se constate aún una absoluta precisión, unos 122.000 millones. El ámbito municipal, el autonómico y el estatal quedaron muy manchados, según el Tribunal Supremo, y M. Rajoy salió por la puerta de atrás del Congreso y de la Moncloa.

El desgaste de los más humildes, de la credibilidad política y de ciertos medios de comunicación provoca más hastío, caldo de cultivo perfecto para que algunos hagan de las suyas y avancen. La hoja de ruta de Feijóo es la misma que tuvo Casado con unos dudosos valores democráticos, la manipulación o la ignorancia de los datos económicos y la utilización electoral de las víctimas de aquel terrorismo etarra en cuanto tienen la menor oportunidad. Ni todo está ganado para unos, ni todo está perdido para otros en próximas elecciones. De entrada, Pedro Sánchez se jugará el tipo en las municipales de 2023, y tiene la intención de apretar, de mantener sosegada la coalición con UP y de seguir sembrando propuestas y reformas en su huerto para que se consoliden, florezcan y atraigan a los electores.