Está la televisión tan en horas bajas que más vale aprovecharla como ventana abierta a las retransmisiones que ofrece en directo. En eso sigue siendo un medio mágico. El 4 de agosto Vitoria arrancó sus fiestas de la Virgen Blanca con la Bajada del Celedón. La ETB ofreció el acto durante una hora. Aunque el chupinazo sanferminero tenga la fama, lo que se produce en la plaza de la Virgen Blanca es un trasunto de aquel, sólo que en un espacio infinitamente mayor, y por tanto colapsado por una multitud de muchos miles de personas.

Lo que más me llamó la atención de la transmisión, narrada en castellano, fue hasta qué punto se ha degradado el lenguaje con el dichoso inclusivo: todas y todos, vecinas y vecinos, vitorianas y vitorianos, trabajadoras y trabajadores. Así en todo momento, como si fuese obligatorio, desde los comentaristas no visibles hasta los reporteros a pie de calle. Y lo que es peor, en las declaraciones ante las cámaras del alcalde de la ciudad.

Tanto es así, que mirado con frialdad (que es el modo con el que con el paso de los años soy capaz de distanciarme cuando visiono cualquier audiovisual, me esté gustando o disgustando) aquello se convirtió involuntariamente en una caricatura de lo que pretendía ser. Con decir que entre los invitados que la ETB eligió para entrevistar no faltó ni un grupo de mujeres saharauis, bandera en ristre, está todo dicho. Todo era integración y fiesta segura.

Ojalá cuando hayan pasado muchos años y alguien recupere todo este material, lo perciba tan exótico y lejano como a nosotros nos parece el No-Do. Por cierto, de las enormes pancartas abertzales desplegadas donde más se veían nadie dijo ni pío.