Que la esclavitud, el hambre, la ausencia de respeto por los derechos humanos y los de la mujer no han sido erradicados es algo tan obvio como vergonzoso, tan real como lacerante, tan cínicamente consentido por todos, todas y todes como pintorescamente referido a lugares del tercer mundo, a potencias como China y Rusia, o países de obediencia islámica. Esas intolerables lacras no han desaparecido, siguen; quizá más solapadas, menos explícitas y publicitadas, pero siguen. Solo una mirada a zonas de África, Asia, Iberoamérica o los países musulmanes nos devolverá imágenes de esa execrable realidad. Es la evidencia grosera, desafiante, violenta y física, avalada por los gobiernos en cuyo territorio se practica. ¿Y creen ustedes dos que los mastodónticos organismos internacionales que hay en el mundo combaten con determinación e independencia esta siniestra lacra? ¿Creen que en esas fastuosas oficinas donde radican, de seductoras y carísimas ciudades como Nueva York, Ginebra o París, esa legión de enchufados políticos de todas las ideologías y procedencias dejarían sus envidiables canonjías para enfrentarse con determinación contra esos males? Vean. El Comité de Derechos Humanos de la ONU está integrado por 18 expertos “independientes” de naciones entre las que se encuentran Túnez, Marruecos, Egipto, Uganda o Etiopía.

La ONU, la OMS, la OIT, la UNESCO y tantas otras “oficinas” se han convertido en suntuosos refugios de políticos de ida y vuelta a los que se nombra para que sigan viviendo opíparamente de la metapolítica. De ahí que todas esas instituciones no tengan la menor intención de cambiar de sede ni de estatus (Nueva York por Bangladés, París por Haití, Ginebra por Níger…). De ser así, la estampida de paniaguadas que ahora pasean por las lujosas y seguras avenidas de esas capitalistas ciudades en busca del restaurante de moda, el hotel más cool o la fiesta más chic, sería apocalíptica: no quedaba ni uno, ni una, ni une. ¿Recuerdan cuando nuestras empoderadas feministas Teresa Fernández de la Vega y Leire Pajín (vicepresidenta del Gobierno y secretaria de Estado de Cooperación con ZP) se hicieron la folclórica y neocolonialista photoshop junto a un grupo de notable sororidad en Mozambique al grito de “África será con las mujeres o no será”? Han pasado más de 16 años y África no es. Pero De la vega no ocupa una modesta choza de Maputo, sino la presidencia del Consejo de Estado de España. Y Leire Pajín, tras su cargo de ministra, no aterrizó al lado de las pobres mozambiqueñas para ayudarles a que África sea, sino que fue fichada por la Organización Panamericana de la Salud en Nueva York con un sueldo de más de 100.00 euros de 2012.

Cerrando el círculo giratorio, la que fuera secretaria de Estado de Igualdad con ZP, Bibiana Aído, abandonó los lujos españoles para acercarse a la pobreza y la esperanza del tercer mundo. De ahí que Bachelet, expresidenta socialista de Chile y directora ejecutiva de la Agencia de la ONU para la Mujer, la nombrara como su asesora en Nueva York. África sigue sin ser, pero en el ínterin Aído fue nombrada representanta de ONU Mujeres en Ecuador y Bachelet giró de nuevo para volver a ser presidenta de Chile. Cuando terminó con Chile, volvió a la ONU como Alta Comisionada de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos. Como el “vidente” director general de la Organización Mundial de la Salud, con sede en Ginebra, el etíope Tedros Adhanom, que militó en el marxista Frente de Liberación Popular de Tigray. Tedros, convertido en altísimo ejecutivo, malvive en la burguesa Ginebra y otras ciudades del mundo que debe visitar con toda la pompa y circunstancia que el cargo obliga, mientras África sigue sin ser ni estar. Tedros gestionó, bajo estrictas directrices de China y el globalismo internacional, la pandemia del Covid-19 a base de contar cada día una cosa distinta, como Simón en España. Ahora está en lo de la viruela del mono (¿por qué no se dice de la mona?) y los millones de vacunas en reserva mientras su África querida apenas había inmunizado de Covid al 0´6% de su población hace un año.

No es que la exjefa de prensa de Sánchez y del PSOE Maritcha Ruíz haya sido “recolocada” giratoriamente como nueva presidenta del Hipódromo de la Zarzuela con 113.000 euros (tiene guasa el cargo; es elitista, va contra el mainstream de los animalistas por el estrés de los equinos, y se llama Zarzuela). No es que el fiel amigo de Pedro, Juan Manuel Serrano -que llevó a Sánchez en el coche por toda España en busca del voto perdido cuando fue defenestrado en el PSOE- fuera nombrado presidente de Correos (200.000 euros). No es los más de 20 políticos socialistas nombrados a dedo en jugosos puestos con un coste superior a los 6 millones de euros. No es que todos los partidos hacen lo mismo o parecido; no es solo eso. Es que unos eran los malos y otros los buenos; unos llenaban de corrupción y canonjías su paso por el poder y los otros venían a sanear la porquería. No ha sido así; al contrario, se ha multiplicado la endogamia, el enchufismo, el amiguismo, el nepotismo, las sinecuras, los favores pagados. La esclavitud del siglo XXI es cómo huele cierto mundo de la política; cómo se fuerza al pueblo a vestir, comer, pensar, callar, consentir y obedecer ciegamente al amo so pena de cambio climático apocalíptico o todos los virus del mundo. Una ciudadanía que contempla, atemorizada, cómo nada cambia mientras se le exige más esfuerzo, más impuestos, más tanto de culpa individual y colectiva de todo lo malo que sucede o va a suceder.

El Instituto de Estudios Económicos estima que hay 58.000 millones de euros de gasto político prescindible. Y ello no afecta a la Sanidad, la Educación, la Justicia (tan pobremente dotada), la Policía y otros servicios que te echan a la cara los manirrotos cuando afeas el despilfarro. Se trata de 58.000 millones. Se trata de que esta semana se cumplen 20 años del atentado de ETA contra el cuartel de la Guardia Civil de Santa Pola donde murieron asesinadas dos personas, entre ellas, una niña de 7 años. Los etarras no quisieron avisar de la explosión. Qué molesta e inoportuna debe resultarles a algunos y algunas la memoria. Qué molesta es la nueva esclavitud. A más ver.