Lo normal sería que recibiésemos con alegría la noticia de la gratuidad de los trenes de cercanías y media distancia entre el 1 de septiembre y el 31 de diciembre. Pero es que en las líneas que atraviesan nuestra provincia hay poco que celebrar. Me refiero, como imaginarán, a Alicante-Elche-Murcia, Alicante-Villena, y Alicante-Alcoy.

La línea Alicante-Elche-Murcia adolece de obsolescencia. Funciona con unidades Diesel, los conocidos como ‘camellos’, por una vía única sin electrificar, lo que significa que en cuanto se descuadra alguno de los numerosos cruces de trenes en las estaciones del recorrido los retrasos son inevitables. Imaginemos por un momento que el ‘efecto llamada’ funciona, y que los trenes en horas punta se llenan. Sumar a las esperas y los retrasos habituales el viajar de pie puede ser la puntilla. Si el servicio fuese bueno, con un tren electrificado y silencioso como ocurre en Madrid, Barcelona y València, lo normal sería que una zona turística como la nuestra contase con usuarios que sacasen el abono para descubrir Elche o Murcia. Preveo que cuando estos voluntarios se encuentren con la realidad del viaje no repetirán. Recuerdo la reciente ‘Carta al director’ de Lola Baño Caballero en la que expresaba su júbilo al dejar de ser usuaria.

En cuanto a Alicante-Alcoy y Alicante-Villena las frecuencias son de todo punto insuficientes. Es una pena, en el caso de este último, que no se hayan cumplido los 134 trayectos semanales que se prometieron. La gratuidad de los abonos sería un incentivo estupendo para que el trayecto Villena-Alicante en tren fuese competitivo con el de carretera. Claro, que para ello tendría que haber servicio. Entre las 9 y las 13 horas no hay ni un solo cercanías entre Villena y la capital. Eso no es un servicio de cercanías.