Una de las cuestiones que habitualmente olvidamos o pasamos por alto, es que nadie es igual a nadie, solo a sí mismo o, dicho de otra forma, que todos somos diferentes. Desde esta premisa tan simple concluiríamos que no habría necesidad ninguna de ser o intentar ser diferentes porque de hecho ya lo somos.

La cuestión entonces sería preguntarnos por qué hay tanta gente que busca desesperadamente ser distinta de los demás, le cueste lo que le cueste. El ser humano complica los planteamientos elementales y los convierte en enrevesados, además de luchar imperiosamente por quitarse el manto de vulgar para sustituirlo por el de único.

Hay quien lo consigue por méritos y aptitudes cultivadas y abonadas a base de esfuerzo personal, como cualquier deportista de élite que tras una vida de agotadores entrenamientos logra culminar sus diferencias siendo el número uno del mundo. Al igual que ellos tendríamos los que consiguen algo similar en las artes, las ciencias o la política, por decir algunas posibles. Llegan a ser diferentes por metas alcanzadas y por aprovechamiento de sus potenciales, pero son una minoría.

Por el contrario, las mayorías las encontramos en los que intentan distinguirse de sus iguales a base de excentricidades o llamadas de atención, normalmente burdas o pazguatas, que se alejan de la norma establecida. Desde este último enfoque, no dejan de ser espectaculares los que arremeten contra sí mismos siendo capaces de convertirse en adefesios andantes a base de aberraciones contra su cuerpo por lograr significación.

Hay que reconocer que buscar el equilibrio puede llevarnos al absurdo. Cualquiera de los que trasforman su cuerpo podrían decirnos que no lo hacen por llamar nuestra atención sino porque lo viven así, es su forma de comunicar al mundo su interior, externalizando las excentricidades, como los que luchan a diario por mantener la línea, la piel tersa o la elegancia en el vestir. De hecho, los publicistas abusan de este tipo de reclamos, dibujando una vida diferente si usamos un producto que nos hará distintos a los demás, como una marca de exclusividad.

En el fondo la mayoría de los mortales tendemos a identificarnos más con los que se alejan de la norma, no por ser diferentes, sino por atreverse a serlo y ser capaces de romper con determinados tabúes y consignas establecidas.

Hay quien busca toda su vida ser alguien diferente porque está cansado de lo monótono, lo plano, lo convencional, pero esas diferencias no están predesignadas. Posiblemente cada cual lo entienda de una manera, por lo que llegamos al principio de nuevo, aquello de que, en realidad, todos somos diferentes.