La «sensata y constructiva» oposición del PP sigue prosperando en las encuestas después de salir el partido a hombros en la plaza de Andalucía. El presidente andaluz Moreno Bonilla ha impulsado al líder del grupo, Núñez Feijóo, quien está convencido de ganar las próximas elecciones generales, previstas para diciembre de 2023 si Pedro Sánchez agota la legislatura. Agotará todos los cartuchos que tenga y aireará la hoja de servicios del Gobierno en beneficio del PSOE, como también lo harán los socios de coalición con el objetivo de competir en las urnas. La protección del empleo y los derechos laborales son armas de la ministra de Trabajo, Yolanda Díaz, que va a incluir en su plataforma Sumar. Subir el salario mínimo en un escenario de inflación galopante, llevar la democracia a las empresas o un nuevo contrato democrático y social.

El demonizado Sánchez necesita recuperar la iniciativa en este próximo curso político y frenar las posibilidades del líder de la oposición, al que no le hace falta otra cosa que continuar empleando una confrontación sistemática que da puntos. Las pugnas internas en el Ejecutivo pasan factura y enturbian cualquier labor, lo que no ocurre cuando es el Partido Popular el protagonista de esa clase de actitudes. Dicho sea de paso, el presidente prepara una honda renovación del Gobierno. Más que de cambios de nombres, es cuestión de políticas progresistas y de movilizar a ese sector del electorado.

La inflación sigue haciendo de las suyas e impide que los más desfavorecidos perciban los efectos neutralizadores del Ejecutivo. Así que Feijóo se frota las manos y suplica a las alturas que la tormenta económica no decaiga. La proyección internacional de Sánchez seguirá en pie. Durante el segundo semestre del próximo año, España obtendrá la presidencia de la Unión Europea. Pero eso no le garantiza el éxito entre los electores, pese a que los problemas de la ciudadanía estén muy vinculados al futuro europeo.

La subida de precios hace caer las rentas. La principal razón es que las empresas los suben para mantener los beneficios en la mayoría de los sectores y congelando, además, los salarios. Estamos volviendo, bajo el patrocinio de la UE, al pasado de la crisis iniciada en 2008. Los efectos de los ajustes recaen sobre los más débiles. Suben los tipos de interés y se reduce el poder adquisitivo de las familias y de los que pagan una hipoteca. Y el empleo y el consumo se pueden ver más heridos. Así, todo indica que la conflictividad está casi asegurada próximamente, según reconocen los sindicatos.

Las elecciones municipales y autonómicas, del próximo mes de mayo, marcarán el rumbo de las generales. En este sentido, uno de los territorios más importantes es Madrid. El alcalde Almeida y la presidenta Ayuso tienen todas las ventajas con su escudo protector y la bandera de la agitación gratuita contra el Gobierno. El vino, la carne y el azúcar, sin restricciones, representan la Santísima Trinidad de los populares. La economía por delante de la salud, y lo privado por encima de lo público. Esto y las luces de los escaparates conforman el concepto de libertad que transmiten al grueso de la población. O el venerado precepto de que se debe trabajar solo al servicio de las élites, porque cuanto mejor les vaya, mejor les irá a los demás, dogma de fe que lo único que persigue es perpetuar los abusos, la estafa y las tremendas desigualdades sociales.

Mientras, el PSOE madrileño es un foco de tensiones y problemas internos. ¿Les suena que en Alicante pasa algo parecido? Es preciso estar en condiciones de servir adecuadamente a los ciudadanos, ya que la desunión no hace la fuerza. El hastío generalizado siempre beneficia a unas opciones conservadoras subidas en el carro del despropósito y del lodo de diversa especie. Feijóo y compañía hablan de «acto de autoritarismo» por las medidas de reducción energética del Gobierno, que están aplicando los 27 países de la UE, a instancias de Bruselas en el contexto de la guerra en Ucrania, y que prácticamente son las mismas que planteó siendo presidente de la Xunta de Galicia. De esta honesta forma pretende ganar. Eso sí, como él mismo reconoce, «es muy difícil gobernar España si el PP no sube en Cataluña».