Si, atraparle. ¿Quién no lo ha querido, alguna vez?. Siempre ha sido una atrevida obsesión el parar el tiempo, el arrestarle según libérrima voluntad de cada cual. De forma impune, claro. A la par que pretender ubicarle en depósito carcelario en acción de aislamiento. Sin embargo, otros, en actitud de abogado defensor, espetan las ausencias de imputabilidad: “¿De qué se le acusa al Tiempo? ¿Qué acción delictual ha llevado acabo?¿Qué tipo penal ha infringido? ¿Porqué le queremos reo?” A bote pronto no sabría dar respuesta a interpelaciones tan insondables y difusas. ¿Quién no ha mascullado para sus adentros con la locución mundana “!Aquí me planto”¡?. Como si la voluntad de cada cual transfundiera órdenes imperativas, de obligado e inexcusable cumplimiento. ¿Imperativos a quien? – nos preguntamos.

Si, si. Quién no ha querido empujar el tiempo y atravesar, raudos y celéricos, los contratiempos que generan dolor y necesidad: las crisis económicas, las pandemias, los confinamientos, los desastres naturales, los incendios, las guerras imbéciles....sin pensar en la inevitable cortedad a que va adherida esa querencia o deseo. Si. ¿Quién nos resarce – ante la impotencia colectiva- de esos años perdidos? ¿Qué titulo de responsabilidad podríamos exhibir? ¿Ante qué orden jurisdiccional poder impetrar el auxilio? Alguien, por detrás, me apunta al oido bueno: “Es simplemente el tiempo que nos tocado vivir, incautos”. Quizá tenga razón. Es la servidumbre de un tiempo hosco, confuso y difícil.

El tiempo es inaprensible, se escurre entre los dedos como el liquido elemento y avanza severo, sin recato. ¿Alguien lo ha visto alguna vez? ¿Cuál es su rostro? ¿A quien se parece? Algún compañero del alma me interpela, con gracejo, y no sin cierto misterio: “¿Sabes cómo se advierte. el paso del tiempo?: “▬ No lo sé. Aunque más o menos.....” – respondo con cierta sorna. Y continúa aquél en su aserto : “▬ Cuando te hallas con algún amigo que hace tiempo que no ves y adviertes, curioso, inéditos surcos en su cara, pelo más cano y ausente...”. Y le refuto: “▬ Pues bien, eso mismo ha de advertir el interpelado, en justa reciprocidad contemplativa”. En definitiva, el que no se consuela es porque no quiere. Ambos se advierten algo “estropeados”, al fin y a la postre.

Pero ¿porqué queremos apresar el tiempo? Es un gran dilema. Casi todos confluyen en un mismo cauce: porque el tiempo pasa tan rapido que apenas puedes saborear la vida. Pasa en un plis plas. Héctor Berlioz, músico francés del siglo XVIII, se atrevía a hablar del tiempo coligiendo: “Se dice que el tiempo es un gran maestro; lo malo es que va matando a sus discípulos”. La vida se conforma del tiempo, siendo éste su medida de evaluación.

Si, se que es periodo de estío Que debe haber un cierto relajo de espíritu, pero la curiosidad no puede nunca – no debe- morir. De ahí que cualquier tiempo es bueno para aguzar la mente y no se apolille.