No soy entusiasta del concepto ¨héroe¨, y lo relaciono más con la fuerza de los invencibles, los himnos del triunfo y la gloria basados en las derrotas de los otros, que en la ayuda y la solidaridad con los y las semejantes, pero sí reconozco mi simpatía por Clark Kent, es decir, por Superman.

Él llegó a la tierra para salvarla de los peligros que le acechaban, y gracias a su capa mágica y a su superpoder, evitó grandes catástrofes. Su trabajo como periodista de investigación, junto a ese aire de chico despistado e inocente, ayuda en gran parte a mi apreciación, además de ¨la capa especial¨ que le permite volar, y acoger con sensibilidad y tacto a quienes necesitan ser salvados sin trampa ni cartón.

Sus creadores Jerry Siegel y Joe Shuster dejan claro desde el primer instante la delgada línea entre ficción y realidad, convirtiendo al personaje en una persona justa.

¡Qué lástima que se no pueda asegurar lo mismo de los humanos con toga! Ellos y ellas sí hacen un sayo¨, sin que tengan consecuencias jamás sus actos, incluso cuando en la vida real el resultado de sus autos y sentencias sea absolutamente trágico.

¡Qué les pregunten a las madres de las criaturas asesinadas, a los huérfanos de la violencia machista y a los hijos e hijas arrancados de sus madres! Por más que insistieron ellas, y sus letrados en denunciar, advertir y suplicar protección, no lo consiguieron y tuvieron que cumplir la sentencia que les dejó sin sus hijo/as , y a los pequeños y pequeñas sin sus madres.

Mientras ellas sobreviven sin vida, sus señorías continúan instruyendo nuevos casos siguiendo el mismo modus operandi, el de la indiferencia, e incluso han ascendido de rango para continuar actuando sin perspectiva de género y con total desconocimiento en infancia.

Los medios de comunicación, y yo también, silenciamos los nombres de los magistrados responsables de su tortura, y escribo ¨presunto¨ para evitar males mayores. Lo que está judicializado es intocable, es decir, es la excusa perfecta para tirar balones fuera, sin que se trate de un partido de baloncesto.

No vuelve el minuto de antes, ni las asesinadas resucitan, tampoco se curan las humillaciones que las cuestionan permanentemente, convirtiéndolas a ellas en las vigiladas y perseguidas por el propio Estado, porque lo ordena un juez, a pesar de toda esa parafernalia burocrática e hipócrita del ¨no estas sola¨, que sirve para casi nada, o incluso peor, crea falsas esperanzas y sensación de confianza y amparo en el sistema, para luego revertirlo todo en su contra y criminalizarlas por pedir ayuda y proteger a sus hijos e hijas. Es decir, todo es una trampa maquiavélica para destrozar a las víctimas y evitar condenar a los agresores, aunque sean pederastas y maltratadores.

Tratándose de ellos y ellas, los de la toga, todo se silencia, ¨Con el poder judicial hemos topado, hermano Sancho¨, que diría hoy Don Quijote, mientras las madres que protegen a sus criaturas sortean la supervivencia cada día entre los laberintos de los tribunales, y todo el alrededor que es cómplice.

El negocio es redondo, las víctimas tienen nombres propios, pero su grito de auxilio muere en el momento que llega a un juzgado, y no está Karl para salvarles Los superdioses tienen el don de interpretar la Ley a su antojo, y cuentan con los suficientes intereses creados en sus círculos internos que incluso superaran al magnifico Jacinto Benavente.

El verano y los días son largos, el ambiente en las calles es festivo, parece que el calor ahoga las penas y nos van contando otras en la televisión, pero yo que sí creo en un Dios/Diosa superior. Y les quiero decir, sin acritud, que un día les llegará la noche, y en la eternidad pagarán su mal, aunque hoy sean intocables. Sin TOGA son igual de mortales que los demás. Mi abuela Rosa decía ¨quién simbra viento, recoge tempestades¨. Seguir negando el interés de las criaturas, el bien superior de los niños y las niñas y sus madres, permitir que les roben la vida mientras violan sus Derechos Humanos, les convierte en verdugos, y esto ya no es cine…