La inminente aprobación de una Ordenanza sobre el turismo por parte del Ayuntamiento de Valencia supone otro paso más en la persecución que desde este ayuntamiento, y con protagonismo especial de la vicealcaldesa Sandra Gómez, se viene haciendo contra todo lo que tenga que ver con el turismo desde que la coalición Compromís y el PSPV se hizo con las riendas municipales. Las trabas a la construcción de nuevos hoteles, alargando la concesión de permisos con ilimitados trámites; la persecución policial de los apartamentos turísticos legales inscritos en el Registro de Apartamentos Turísticos en la Agencia Valenciana de Turismo de la Generalitat Valenciana, utilizando para ello a policías municipales y funcionarios que podrían dedicarse a otras funciones más importantes; así como el ninguneo a los cruceros de pasajeros que atracan en el puerto de Valencia tachándoles poco menos que de gorrones, coexiste con una pátina antiturística que Sandra Gómez no duda en demostrar cada vez que se le pregunta sobre cualquier aspecto relacionado con el urbanismo, siguiendo a pies juntillas esa moda antiturismo que en algún momento de los últimos años se puso de moda en cierta izquierda valenciana, espero que no en toda, cuyo colofón ha sido la aprobación de la mal llamada tasa turística que en realidad es, como ya he dicho en alguna ocasión, una simple multa al turismo.

En el contexto del continuo desprestigio del turismo en la ciudad de Valencia, Sandra Gómez afirmó hace unos días que es partidaria de que se aplique la tasa turística a los usuarios de piso turísticos y a los pasajeros de cruceros que hagan una parada en Valencia pero no a los viajeros que se hospedan en hoteles. Desde Compromís ya le han dicho que aplicar esa tasa a unos turistas no y a otros sí, es contrario al espíritu de esta tasa, algo que es cierto ya que su esencia es hacer pagar a todos aquellos que vengan de fuera para pasar unos días en la Comunidad Valenciana, ya sea por trabajo, por ocio o para visitar a un familiar enfermo en un hospital. El motivo de esta ocurrencia de Sandra Gómez, una ilegalidad más a las que ya nos tiene acostumbrados, responde a sus fobias personales y a su intento, completamente inútil, de pretender contentar a aquellos que piensa ella serán esenciales para conseguir hacerla alcaldesa en las próximas elecciones municipales. Acostumbra Gómez a actuar en materia de urbanismo en la ciudad de Valencia en función de si una determinada actuación inmobiliaria o comercial es contestada de manera negativa por un grupo de personas: basta que sean veinte y que se planten en una plaza con pancartas. Como Gómez tiene pánico a enfrentarse con los problemas, como ya demostró con la plaga de inseguridad del barrio de Orriols, se opone a cualquier actuación urbanística que implique que cuatro vecinos salgan a la calle con una pancarta en la que se diga salvemos el barrio viviendas ya. El último ejemplo ha sido la intención de una promotora de construir un hotel de una estrella en un barrio alejado del centro para estudiantes y viajeros que sólo pueden hospedarse en un hotel económico como esas pensiones limpias y baratas en las que todos, de jóvenes, nos hemos hospedado en alguna ocasión. En cuanto cuatro despistados se opusieron a esta inversión inmobiliaria que traería trabajo y beneficio económico para el barrio, Sandra Gómez se apresuró a decir en los medios de comunicación que este proyecto no cuadraba con su modelo de ciudad. ¿Y qué modelo es ese? Un misterio. De momento lo poco que ha hecho la vicealcaldesa del PSPV es gastar los fondos de la Unión Europea y el presupuesto municipal en cambiar plazas que lo único que necesitaban era que se cortase el tráfico y se limpiasen y no convertirlas en mamotretos de cemento y granito de inspiración minimalista siguiendo esa curiosa costumbre de los urbanistas españoles de convertir todas las plazas de España en idénticos espacios desangelados, con raquíticas plantas y bancos sin respaldo.

Si Sandra Gómez tiene la intención de aplicar la tasa turística a los pisos turísticos y a los cruceros y no a los hoteles se debe a su obsesiones personales y por creer que así será la próxima alcaldesa. Suele afirmar que no tienen ningún valor económico para la ciudad. Sin embargo en Alicante los cruceros han dejado en agosto dos millones de euros, cantidad que para ella debe ser irrisoria y estéril pero no para los comerciantes que han recibido esos dos millones, y los pisos turísticos son, como ha afirmado la CNMV, regeneradores de barrios degradados y un modo de extender de manera horizontal el beneficio del turismo, siendo utilizados, sobre todo, por familias con hijos pequeños que no pueden hospedarse en una habitación de un hotel por razones prácticas.

Si el PSPV pretende obtener un resultado digno en las próximas elecciones en la ciudad de Valencia para así poder mantener el Gobierno de la Generalitat, la alcaldía ya está perdida, ya puede ir buscando un candidato o candidata que proteja y cuide el turismo.