Los analógicos de origen que hemos tenido que convertirnos a palos en conversos digitales tenemos amargas experiencias de lo mal que se pasa en ese tránsito y del complejo de inferioridad que se sufre ante un nativo que te demuestra con un par de toques de pantalla que estás fuera del tiempo. Sabes que, con considerables sacrificios y empeño, puedes llegar a operar “como si fueras uno de ellos”, pero no ignoras la verdad de que realmente “nunca serás uno de ellos”. Esto es grave en la economía, en el periodismo y en la ciencia, pero debe ser una auténtica tragedia en la enseñanza. Otra cosa no, pero las generaciones que están ahora en las etapas educativas previas a la enseñanza superior tienen unos amplísimos conocimientos digitales que rebasan con mucho los que podemos tener las viejas carrozas del “baby boom” o de las generaciones X o Y. Así que la vieja broma se ha hecho realidad: el alumno sabe más que el profesor. Tiene razón la Conselleria de Educación y las palabras de su secretario autonómico, Miguel Soler, están cargadas de razón: “Hay que pensar que el alumnado requiere de una formación diferente a la de hace 30 años”. No podemos, por ello, pedirles a los responsables de educación de nuestros hijos que utilicen la tecnología como piedra angular de esa nueva formación cuando la inmensa mayoría de ellos no ha tenido oportunidad de desarrollar unas adecuadas competencias digitales y lo que saben lo han ido aprendiendo a salto de mata. Unas competencias que son más exigentes cuando el destinatario de los conocimientos sabe ya mucho. La formación que se ofrecerá a 62.000 profesores con fondos europeos es una de esas iniciativas que solo el tiempo podrá revelar su auténtica importancia. Pero no hace falta ser un nativo para saber que son un acierto. Para eso hace falta que no solo el profesorado, sino también nuestros centros educativos salgan del siglo XIX y entren en el XXI. El pizarrón es ahora una pantalla interactiva, de las que se instalarán este curso 7.300, y no tener banda ancha, que incorporarán en los próximos meses más de 1.000 centros, es como si aún se usara el tam-tam en vez del teléfono para comunicarse. Recordemos lo que hay que seguir repitiendo porque es una verdad que no cambia: la inversión en educación siempre es la más rentable. Es ahí donde no podemos ser cicateros y donde el concepto de igualdad cobra unas dimensiones aún reales.

Y una cosa más:

Los líderes políticos tienen que aplicar a veces el bálsamo de la palabra para restañar viejas heridas. Y otras veces, la mejor medicina es escuchar. Ximo Puig reafirmó ayer su compromiso con la Vega Baja, que viene desde los aciagos días de la DANA, y lo hizo con la palabra, anunciando importantes proyectos, especialmente en las infraestructuras que deben evitar otra catástrofe como aquella, pero también con el oído. Escuchó a los empresarios y agentes sociales que formaban parte del panel de la edición de “Converses de futur” que se celebró en Orihuela y que despertó una gran expectación. Puig es uno de los presidentes de la Generalitat que más importancia le ha dado al sur de la Comunidad Valenciana y no quiere perder ese vínculo, como demostró ayer.

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