Qué bien habría sentado a la final del US Open una retransmisión televisiva sin comentarios de ningún tipo. Con el único pero todopoderoso audio del sonido ambiente. Ese tan explícito que nos cuenta lo que no se cuenta. El silencio y el murmullo, la intensidad del golpe de la bola, las onomatopeyas del jugador, la letra pequeña de lo que sucede en las pausas, las anécdotas con los recogepelotas. En definitiva, ese mapa de sonidos que durante tres horas y cuarto de partido entre Alcaraz y Ruud se produjeron en esa final para la historia.

Que los comentaristas, paradójicamente, impidieron escuchar. Por suerte, ya comienzan a elevarse voces de espectadores que reclaman este tipo de transmisiones «a pelo», con sonido ambiente, y sin comentarista que valga. La herencia de la radio tal vez haya llegado demasiado lejos. Las retransmisiones televisivas hace tiempo cruzaron su mayoría de edad sin que muchos lo asimilaran. Ahora tenemos la oportunidad de vivir los partidos y eventos deportivos de un modo inmersivo, en Alta Definición, casi «rozando» a los héroes de la gesta que admiramos, sin necesidad de que nadie nos narre lo que estamos viendo con nuestros propios ojos, vete a saber con qué latiguillos.

Una retransmisión envuelta solamente en el sonido ambiental te transporta a la cita deportiva que deseas seguir del modo más puro posible: sin intermediarios. En los recientes Juegos Europeos celebrados en Múnich y Roma, por motivos presupuestarios, RTVE Play ofreció señales de muchas pruebas sin comentaristas que las sonorizaran. Eran pura paz. El agua de las piscinas. La inmensidad del tartán. Y nadie que nos pusiera de los nervios.

Creo que esta fórmula se irá imponiendo progresivamente para los más sibaritas.