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Joaquín Rábago

El funeral de Isabel II distrae a los británicos de sus problemas

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Funeral de Isabel II en la abadía de Westminster Reuters / EFE

Ya lo dijo hace un siglo lord Northcliffe, uno de los primeros magnates de la prensa británica: no hay nada que interese más a la gente que una guerra o un funeral real.

Ahora tenemos ambas cosas: la guerra de Ucrania, que ocupa diariamente en todas partes titulares y horas de espacio televisivo, y el luto oficial por la muerte de Isabel II de Inglaterra.

Nadie mejor que esa antigua potencia colonial para organizar una despedida fúnebre de esa altura y nadie mejor tampoco que su emisora pública para transmitir al mundo unas imágenes en las que se combinan de modo fascinante luto y anacrónico boato.

Por unos días, los súbditos de su Graciosa Majestad y Defensora de la Fe (anglicana) habrán podido tal vez olvidar los problemas a los que se enfrenta su país y que no han dejado de crecer, aunque se resista a reconocerlo el Gobierno, desde que decidieron volverle la espalda al continente.

Problemas como una economía en grave crisis, con una inflación que se acerca a los dos dígitos por culpa, entre otros factores, del fuerte incremento de las facturas tanto del gas como de la electricidad, una fuerte caída de su PIB y una debilidad especial de su economía, dado que el país debe importar no sólo buena parte del gas y del crudo, sino también más de la mitad de los alimentos que consume.

El Reino Unido ha tenido que ver, entre otras cosas, cómo la India, un país que fue colonia suya casi hasta 1947, es decir cinco años de la ascensión al trono de Isabel II, le ha adelantado en poder económico y cómo, por ejemplo, Tata, el gigante indio del motor compraba marcas tan emblemáticas como Jaguar, Land Rover o Daimler, tradicionalmente ligada a la Corona.

Ha querido además el destino que coincidiesen casi prácticamente en el tiempo el fallecimiento de la monarca y el nombramiento como primera ministra de Liz Truss tras la bochornosa dimisión de su correligionario Boris Johnson.

Una política con fama de tornadiza – fue en su juventud rabiosa republicana y se opuso al Brexit antes de abrazarlo con entusiasmo- y de la que conocemos declaraciones especialmente alarmantes para un momento de máxima tensión internacional como el actual.

Así, según contaron varios medios británicos, en una entrevista con un periodista de la emisora Times Radio que le preguntó por su disposición a lanzar si hiciera falta un ataque nuclear contra la Rusia de Putin, aunque ello representara la “aniquilación global”, Truss respondió: “Es una obligación importante de un primer ministro y estoy dispuesta a ello”.

Truss parece mostrarse aún más beligerante, si cabe, frente a Rusia que su antecesor en el cargo, y así declaró a la emisora de televisión Sky News que si Occidente no para a Putin en Ucrania, nadie podrá frenarle y otros países europeos se verán amenazados.

Citó, entre esos otros, a los países bálticos y a Polonia, países que forman ya parte de la OTAN y que la Alianza estaría obligada a defender directamente en caso de ataque, con el consiguiente peligro de estallido de una guerra a gran escala.

Esta garantía de seguridad, que no se da, sin embargo, en el caso de Ucrania, hace, sin embargo, altamente improbable que el líder del Kremlin decidiese un día invadir cualquiera de esos países vecinos pues se arriesgaría a la respuesta inmediata de la OTAN y a una guerra nuclear.

No está de más recordar aquí lo ocurrido al ex líder de la oposición laborista Jeremy Corbyn en 2015 cuando le preguntaron, como ahora a Liz Truss, si instruiría a los jefes de las Fuerzas Armadas británicas para lanzar eventualmente un ataque nuclear contra el enemigo.

Corbyn respondió entonces negativamente y se convirtió así en fácil blanco de las críticas no sólo de los “tories”, sino también del sector más derechista de su propio partido, que le consideraron “no apto” para ocupar un día el cargo de primer ministro.

Algo que, por cierto, no le ha ocurrido a su sucesor, el actual líder de la oposición Keir Starmer, quien, ya dos semanas antes de que Rusia invadirá ilegalmente Ucrania, respondió con un “por supuesto” a la misma pregunta. Pero de nada de esto se habla allí estos días.

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