La intolerancia a lo que es opuesto a lo que uno siente, considera o entiende que debe ser lo correcto en relación a como son, o deben ser, las personas es uno de los mayores defectos que se está extendiendo como la pólvora hoy en día por toda la humanidad. Estamos presenciando todo tipo de reacciones, tanto presenciales como en redes sociales, que son manifestaciones expresas de situaciones de racismo, de odio y de discriminación a lo que es diferente a lo que uno considera que debe ser lo correcto.

Con ello, la intolerancia a lo diferente, o distinto que una persona considera, supone una de las mayores causas de daño al ser humano, y que se está convirtiendo en una costumbre enraizada en muchas personas que luego se quejan en sus entornos privados de que se cometen injusticias con ellos en otras esferas de la vida, cuando, sin embargo, son ellos los mayores promotores de la discriminación que existe en nuestra sociedad. Y resulta sorprendente que hoy en día, en pleno siglo XXI, con todo lo que hemos visto y sufrido en la sociedad, no solamente se haya rebajado el nivel de odio, racismo y discriminación en la misma, sino que se ha potenciado e incrementado de una forma brutal.

En este sentido, la legislación sancionadora ha tenido que ir incrementándose ante el fomento de estas manifestaciones cada día, y a nivel punitivo, incluso, tipificando los delitos de odio en sus diversas manifestaciones con penas de prisión para situaciones o escenas que evidencian una actuación provocada y enraizada por el odio. Incluso en la reciente Ley Orgánica 8/2021 de 4 de junio de protección de la infancia se modificó el artículo 22.4 del código penal para introducir entre las agravantes de discriminación aquellas que se refieren al odio a los pobres y las situaciones que tienen su raíz en querer la exclusión social de otras personas en un determinado entorno.

Ella ha venido motivado por multitud de agresiones que se han producido a personas que se mueven en una situación de pobreza, lo que evidencia ya la crueldad de los autores del odio a quienes ya tienen un problema en la sociedad y al que hay que tienen que añadir otro de que sean discriminados por quienes les atacan, precisamente, por su situación de pobreza. Pero la exclusión social también es uno de los males de nuestros días tendente a querer excluir de tu entorno social aquellas personas que consideran que no deben estar allí, como si algunos pudieran tener una especie de exclusividad para que no convivan con ellos otras personas que son iguales que ellos, pero que consideran diferentes.

Este tipo de situaciones suponen un problema grave para quienes vivimos en sociedad por suponer un grave deterioro de la convivencia con una pretensión excluyente de quienes consideran a otros como diferentes, fijándose una especie de prototipo común fuera del cual cualquier persona que no cumpla sus parámetros va a ser considerado como distinto, y que puede y debe ser objeto de burla y de ataque por razones de racismo, de odio, o de cualquier tipo de discriminación. Y, lejos de verse un descenso, se está notando, cada vez más, un incremento de estos actos que proliferan, tanto de forma presencial, como por sus manifestaciones en redes sociales.

Además, son precisamente en estas últimas donde más se está utilizando el odio, el racismo y la discriminación por esa especie de ocultismo que los autores de estos actos pretenden crear por estar utilizando la red social, ya que la consideran como una especie de escudo protector que les parapeta para poder hacer y decir en las mismas aquello que desean, y que se sienten amparados en una especie de protección que para ellos consideran que es la red social, y en la que creen que pueden decir lo que quieran con total impunidad. Y aquí radica un importante problema en el que deben intervenir todos los operadores que se relacionan en el entorno de Internet, y, principalmente, los prestadores de servicio y quienes facilitan precisamente, el uso de la redes sociales a quienes se inscriben en ellas para poder utilizarlas para odiar y discriminar a cualquier persona que ellos consideran que debe ser objeto de burla y crítica mediante un especial anonimato que utilizan quienes lo hacen en la redes sociales.

La intolerancia se ha convertido, así, en uno de los mayores males que vive el mundo y estos males de la sociedad han proliferado por una razón básica basada en la pérdida de cultura, de valores y de educación, que es lo que provoca estas manifestaciones de intolerancia centradas en el racismo, en el odio y en la discriminación.