Es curioso que en un universo como el nuestro en el que el estado natural de la materia tiende hacia una entropía siempre mayor, hacia el caos, en definitiva, las personas nos empeñemos en saber exactamente cuál es nuestro sitio y cuál debe ser el de las cosas; es decir, queremos dirigirnos hacia un cierto orden natural que, cuando nos manifestamos incapaces de alcanzar por nosotros mismos, nos impone la sociedad, la moral, la costumbre o el propio derecho positivo, es decir, el conjunto de disposiciones legales y jurídicas diseñadas por el hombre para regir su convivencia e implementadas por la organización del Estado.

TU SITIO

En el día a día vemos muchos ejemplos de ese orden, de ese estar en su sitio que se aplica, en primer lugar, a las personas. Un caso paradigmático, y disculpen que abunde en un tema tan manido, ha sido el de la colocación de los diferentes invitados en el funeral de Isabel II, con especial relevancia al de nuestros monarcas, pasados y actuales. Todos los comentaristas, especialmente los contrarios a la institución monárquica han criticado esa disposición. Pero los ingleses, que si de algo entienden es de protocolo y de pragmatismo, situaron a cada uno donde debía, con su familia, sin entrar en ningún otro tipo de consideraciones.

Descendiendo a asuntos mucho más triviales y mundanos, todos tenemos ciertas manías, unos más que otros, respecto a temas tan banales como el lugar que ocupamos en la mesa a la hora de comer. Yo debo reconocer que, en ese aspecto, soy lo más parecido a Sheldon Cooper, protagonista de la celebérrima «sitcom» o comedia de situación estadounidense The Big Bang Theory. Me siento siempre en el mismo lugar que, emulando al físico teórico con rasgos autistas, me permite ver la televisión y mantener una conversación al tiempo sin girar el cuello; tengo la ventana de la cocina a mi espalda, con lo que en verano me da el aire y en invierno los rayos de sol, más oblicuos en esa época del año, me calientan el cogote.

Imagino que las conversaciones de los habitantes de este barrio versarán más sobre este asunto que sobre, pongamos por caso, las disquisiciones teóricas de nuestros políticos locales sobre asuntos como el del mercado central.

Pero si las personas tienen su orden, su sitio, las cosas también; en algunos barrios de Elche, el de Carrús es el más patente, por ser el más poblado de la ciudad (y el más pobre de España según los datos estadísticos que se publican anualmente), una de las mayores preocupaciones de los ciudadanos es buscar sitio para el coche, aparcamiento. Imagino que las conversaciones de los habitantes de este barrio, pobre pero orgulloso y muy activo, versarán más sobre este asunto que sobre, pongamos por caso, las disquisiciones teóricas de nuestros políticos locales sobre asuntos como el del mercado central.

Hablando del mercado central, si hay algo en nuestra ciudad que podamos calificar de entrópico, este asunto sería paradigmático. Haciendo memoria, podemos recordar algunos hitos en la historia de este esperpéntico asunto: por no remontarnos más atrás en el tiempo, que podríamos, acotemos la cuestión desde el mandato 2011-2015, único en el que el Partido Popular ha sido capaz de arrebatar la alcaldía a los socialistas, hasta nuestros días.

Los inconvenientes empezaron a surgir cuando se realizaron las primeras catas arqueológicas y aparecieron los restos de un matadero y unos baños árabes del siglo XV.

El proyecto que se planteó en aquel momento consistía en un nuevo edificio dotado de aparcamiento subterráneo y tres plantas en altura. La primera de ellas habría estado dedicada a los comercios tradicionales que ya existían en el mercado, la segunda sería un supermercado del grupo mercantil que iba a acometer el proyecto y la tercera se destinaría al ocio y la restauración. Los inconvenientes, aparte de la contestación de algunos grupos que se oponían al proyecto por contar con aparcamiento, empezaron a surgir cuando se realizaron las primeras catas arqueológicas y aparecieron los restos de un matadero y unos baños árabes del siglo XV.

De todos modos, esos hallazgos arqueológicos no parecían suficientes per se para desechar el proyecto; no sería la primera vez, ni la última, que unos restos se han conservado e integrado en un edificio de nueva planta, añadiéndole incluso un cierto atractivo, con lo que se procedió a instalar un mercado «provisional» en la avenida de la Comunidad Valenciana, mercado que muchos vaticinamos ya en ese momento que, tarde o temprano, perdería el apelativo de provisional para erigirse en definitivo.

Sea como fuere, la ubicación de esa instalación no estuvo exenta de polémica. Los grupos de izquierdas, con el PSOE al frente, y con todas las asociaciones que con tanta maestría manipulan para dar a sus reivindicaciones una pátina social detrás, manifestaron una furibunda oposición al emplazamiento elegido, llegando incluso los socialistas a presentar una denuncia al respecto ante la Fiscalía por delito urbanístico y prevaricación en la actuación.

Las elecciones municipales de 2015 y especialmente las de 2019, en las que la suma de los concejales del PSOE y Compromís otorgaban a la izquierda la mayoría absoluta en el consistorio, parecían presagiar la desaparición del mercado «provisional» y la denuncia del contrato firmado entre el Ayuntamiento y Aparcisa para la construcción del nuevo mercado en su emplazamiento tradicional; lo segundo ocurrió, lo primero no. Al contrario, la idea que ahora plantean los grupos que antes denunciaban la situación es la de perpetuar ad aeternum el mercado junto al río, quitando lo de provisional, mediante una actuación que incluiría la adecuación de la zona como un bulevar y la construcción de un aparcamiento subterráneo. Desconozco el montante que alcanzaría todo ello, aunque barato no será.

Pensarán ustedes que la derecha, ahora en la oposición, se opondrá, argumentando que se debería dejar a la iniciativa privada el protagonismo para que el consistorio no tuviera que hacer un desembolso tan elevado en los tiempos que corren. Pues no, la respuesta del PP de Pablo Ruz ha sido lo veo y subo la apuesta: construcción de un nuevo mercado y de un aparcamiento en la Plaza de las Flores (come el que hizo y luego enterró Diego Maciá), con una inversión pública de 15 millones de euros.

Hace un tiempo que ando perdido y ya no sé cuál es mi sitio en el universo, salvo a la hora de comer, pero parece ser que no soy el único.