Desde que la Nasa anunció el lanzamiento del Artemis I me sumé a la misión y aquí sigo sin despegar un mes después. Los críos de mi hornada entramos en la ciencia ficción de la mano de Armstrong con el Apolo 11 y muchos de ellos seguimos con la boca abierta en cuanto Cabo Cañaveral se pone las pilas. Más cuando en esta ocasión el periplo está planteado como el primer paso que debe acabar en unos tres años con la presencia de un hombre y de una mujer en el satélite que se pisó por primera vez en blanco & negro y con la pretensión de más tarde aterrizar en Marte. Dado el avance que despliega la ultraderecha por la faz de la Tierra, para cuando se consiga no sabemos si podrá hablarse aún de planeta rojo.

La novedad en el siglo XXI es que todo aquel que quiera y se encuentre tecnológicamente en disposición podrá realizar el vuelo desde la sala de estar y atravesar parte de la galaxia con la nave espacial Orion gracias a las cámaras que equipan el interior y el exterior si un día de estos logra despegar después de que a finales de agosto una fuga de combustible abortase el plan fijado. En estas horas están realizándose las últimas pruebas tras solucionarse al parecer con éxito otro escape de hidrógeno en el mástil de cola. A este paso está complicándose para los de mi quinta llegar al Artemis III.

No ha habido más que seguir las recientes sesiones de la Onu para constatar lo que cuesta que nos pongamos en órbita. El ruso de Exteriores se ha dado un garbeo por el espacio interestelar mientras medio mundo ponía a caldo el afán imperialista que se traen entre manos, ha hecho acto de presencia en la cámara para soltar su rollo y ha volado. El enviado de Irán, con poderío nuclear, ha dicho que los manifestantes que se juegan el pellejo en su país son unos impresentables y se ha ido tan fresco. A ver si esto es que no remonta porque donde estamos es en la Luna.