El 28 de septiembre se conmemora el Día Internacional por los Derechos Sexuales y Reproductivos y me evoca las sabias palabras de Noelia Margana “mi cuerpo es sin ti, mi cuerpo es sin ellos”.

La sexualidad y la reproducción, tienen un sustento corporal; ocurren a través de nuestro cuerpo, y dado que la socialización patriarcal no permite un control cooperativo de la natalidad entre mujeres y hombres: ¡nosotras parimos, nosotras decidimos! De lo contrario, números rojos.

 

 Las mujeres, seres sexuales, no ángeles, no somos “las idénticas”, sustituibles unas por otras, tenemos distintos proyectos de vida, diversas formas de encarnar nuestro cuerpo. Nuestra autonomía sexual y reproductiva hace de la maternidad una opción, un proyecto personal, elegimos el devenir de nuestra vida. El aborto libre, seguro y gratuito es un derecho humano innegociable, seguirá llenado trenes.

 

 En España, a pesar de tener hoy, una legislación positiva en materia de interrupción voluntaria del embarazo, no hay mujer que al decidir abortar, no sufra violencia sanitaria. Atraviesan la noche oscura del alma, escalan una ardua montaña; trabas en torno al acceso a la información, desencuentros con profesionales de la salud que objetan no se sabe qué, clínicas a kilómetros de casa, plañideras acosando en sus puertas, desprecio, juicios y más juicios. Narrativa de dominio patriarcal  dirigida a que nos culpabilicemos y avergoncemos por decidir rechazar una fecundación no deseada y no hacer de ésta, un vínculo humano primario. Y, por supuesto, ningún acompañamiento profesional para sostener, integrar y procesar la experiencia. No se legitima el dolor, una vez más , la ley del silencio: ¡calladita estás más guapa!.

 

Carroll Smith-Rosenberg plantea que el aborto se convierte en un problema político cuando hay «alteraciones importantes en el equilibrio de poder entre hombres y mujeres, y en el de los hombres como cabeza de familia sobre sus tradicionales dependientes». Las retóricas antiabortistas simbolizan el control político hacia las mujeres, de lo personal y de lo corpóreo. Los gobiernos, de misóginos y patriarcales, perdón por la redundancia, niegan y cuestionan el derecho a que decidamos autónomamente, provocando olas de involución en los derechos de nuestra salud.

 

Todas las sociedades, imponen normas sexuales, y el feminismo nos ha enseñado que siempre hay una doble normativa. Para nosotras, el sexo emana de sacro  mandamiento, (“Amarás…”) ; por el contrario, los  hombres pronto saben que si desean, pueden acceder al cuerpo de cualquier mujer. El sistema prostitucional permite con total impunidad, el privilegio más antiguo del mundo, todo lo que quieren, lo pueden tener.

 

Además de la trata de niñas y mujeres que son prostituidas, tenemos chicos púberes cuya única escuela de educación sexual , que no sexoafectiva-erótica, es la pornografía, en la que el relato es violentar, humillar , vejar , solos o en grupo, a las mujeres y niñas. La brutal violencia a las mujeres, si es escenificada tras una cámara está legitimada. Cuánto menos, genera discapacidad emocional, y dificultades de comprender el significado del “no” en nuestros jóvenes.

 

A esto, se suma el mantra de la libre elección y consentimiento, que a fuerza de repetición está convirtiendo una idea en una creencia con profundas raíces, a la derecha y a la izquierda.

Mandela, desde su celda, cuando dijo “Lo único que no pueden quitarme es la libertad” hablaba de un estado interior, la libertad no es tanto hacer lo que quiero, sino más bien poder querer lo que hago.

 

Por último, los grupos políticos progresistas, encantados con su propia sombra, siguen titubeando cuando de feminismo se trata.

Por tanto ¿Derechos Sexuales y Reproductivos?