Las recientes elecciones, en Italia, han tenido un resultado que, no por esperado, ha sido un verdadero terremoto político: un partido de ultraderecha ha sido el más votado y su líder, Giorgia Meloni, admiradora del fascismo, será probablemente la encargada de formar Gobierno.

meloni, pepperoni y lo que puede venir

Que Italia, un país que ha sido nación fundadora de la Europa democrática, haya tenido este resultado es para preocuparse profundamente.

La abstención ha alcanzado niveles altos y, entre los jóvenes menores de 25 años, se calcula que ha superado el 50%. Espacios tradicionales de izquierda, al igual que recientemente ocurrió en Francia, han votado mayoritariamente a la ultraderecha. El voto progresista se queda en casa y el derechista acude en masa a votar. Únase a ello la cada vez mayor división interna en la izquierda, y tenemos todo listo para que resultados así se extiendan también por aquí.

Y hay que romper esa dinámica. Los gobiernos progresistas, a todos los niveles, deben hacer políticas progresistas y evitar competir con la derecha tradicional con postulados clásicos de la misma. Si así se sigue haciendo se confunde al votante de izquierdas, se blanquean posiciones reaccionarias, se frustran ilusiones sobre un cambio a mejor para todos y se acaba, en muchos casos, quedándose en casa para no votar o, peor aún, cambiando radicalmente el voto como está empezando a pasar.

Así pasa como con la lluvia fina: parece que no te moja pero al final acabas calado y harto.

El actual debate sobre la rebaja de impuestos es una trampa tradicional de la derecha siempre que está en la oposición. Rajoy no dejó un solo impuesto sin subir. Que el sistema fiscal tiene que ser más justo es innegable. Pero de ahí a declarar que se bajan impuestos suprimiendo el de Patrimonio, como en Andalucía, cuando este afecta a sólo unos pocos multimillonarios es pura demagogia. Qué curioso que el debate sea bajar impuestos sin plantear medidas alternativas de ingresos.

¿Cómo se va a financiar una sanidad, educación, servicios sociales, etc. de calidad y para todos?. ¿Cómo se podrá ayudar a la gente, cada vez más, que la pandemia, la crisis económica, etc. está dejando atrás?. ¿Cómo iremos hacia una sociedad más justa, igualitaria y mejor que la actual si no hay recursos públicos para financiarla?. Ya sé que algunos dirán que suprimiendo consellerías, organismos, aparato público, etc. Probablemente son los mismos que, una vez en el poder, multiplican todos esos organismos que iban a suprimir y hasta crean la Oficina del Español.

Así, con ejemplos como éste, la decepción está servida y las elecciones están ahí y los Meloni y Pepperoni autóctonos acechando. Cuidado con ellos.

Lo que hay que hacer es gestionar bien desde cualquier administración. Y se debe y se puede mejorar mucho. Nadie tiene, afortunadamente, ninguna varita mágica. Es un esfuerzo de gobierno, también de la oposición y también del gran olvidado: la ciudadanía, la opinión pública, el pueblo llano. Ese del que parecen acordarse sólo cada cuatro años y hasta la siguiente ocasión. Así pasa como con la lluvia fina: parece que no te moja pero al final acabas calado y harto.

Los gobiernos progresistas, a todos los niveles, deben hacer políticas progresistas y evitar competir con la derecha tradicional con postulados clásicos de la misma.

Evitemos llegar a esos extremos. La situación en España está difícil y merece más colaboración entre todas las fuerzas políticas. Y los que gobiernan deben cumplir con lo que prometen. En el reciente Debate de la Comunidad, el presidente Ximo Puig ha lanzado otra multitud de promesas, como cada año. Así no se puede seguir. Tiene mérito que consiga prometer tantas cosas nuevas pero es que, al final, la gente le toma la medida y se puede decepcionar por ello.

Desde Elx podemos recordarle tantas cosas pendientes que casi todo lo que prometa nuevo es para ponerlo en solfa. Si hasta la promesa de los 43 millones de la Universidad, hecha hace cuatro años, ha llegado a decirnos que ya la había cumplido, sin enterarnos, y cuando se le descubrió nos dijo hace unos meses que firmaría el convenio en septiembre. Si es el de 2022 queda poco para verlo. Así, con ejemplos como éste, la decepción está servida y las elecciones están ahí y los Meloni y Pepperoni autóctonos acechando. Cuidado con ellos.