Nos hemos acostumbrado a que ser patriota en España consista en defender tradiciones que vienen de los Reyes Católicos, imponer el castellano sobre cualquier otra lengua y sacar a pasear la bandera de España a la menor ocasión, como si solo los que se autodenominan patriotas fuesen los responsables de que hubiese una bandera. Sin embargo, cuando se lee acerca de la historia de España uno se da cuenta de que aquellos que más dicen defienden mantener la unidad de la patria y conservar costumbres arcaicas a cualquier precio son precisamente los que más se han aprovechado de nuestro país y de la sociedad española a la mínima de cambio. Esta es la teoría que mantiene Paul Preston en su libro Un pueblo traicionado (Debate, 2019) con un subtítulo, España de 1874 a nuestros días: corrupción, incompetencia política y división social, que creo que resume cual ha sido el principal problema de España en los últimos siglos – me aventuro a situar el comienzo de la debacle mucho antes del 1874 que establece Preston – que no ha sido otro que la concatenación de reyes inútiles que se rodeaban de aprovechados e ignorantes, una Iglesia Católica cuyo único propósito ha sido siempre mantener la ignorancia y el analfabetismo para poder seguir conservando su status privilegiado y una oligarquía financiera, empresarial y caciquil que mantuvo a raya cualquier conato de reivindicación de derechos laborales. Si hacía falta encarcelar y matar se hacía. Todos ellos estuvieron siempre apoyados por el ejército español, el más rancio de toda Europa y con los mandos más inútiles, zafios y borrachos que podía haber, jerarquía militar que se dejaba engatusar por las sotanas y los terratenientes para mantener el orden medieval en España aunque en realidad fuesen despreciados por estos últimos.

Las últimas bajadas de impuestos cacareadas por el Partido Popular responden, por un lado, a tratar de conseguir una iniciativa política que no logran obtener con la presentación de un programa claro de medidas sociales y económicas. Los españoles tenemos la mala suerte de contar con la derecha política más trumpista de toda Europa. Con las instituciones europeas y el Banco Central Europeo propugnando por una subida de impuestos a las empresas que han obtenido beneficios extraordinarios gracias a la guerra en Ucrania y la subida del precio de carburantes, gas y electricidad, la derecha española se ha enrocado en medidas económicas clásicas ultraliberales. La bajada generalizada de impuestos aprobada por la nueva primera ministra inglesa ha provocado el desplome de la libra porque los mercados no dan ninguna credibilidad a semejante medida cuando más falta hace la inversión pública para paliar los efectos de  la pandemia y la invasión de Ucrania por parte de Rusia. Y por otro lado, una vez más, la presidenta de la Comunidad de Madrid, ha logrado  prevalecer sobre el presidente del Partido Popular Alberto Núñez Feijóo. Cuando a Isabel Díaz Ayuso se le termina el listado de supuestas afrentas del presidente Sánchez la Comunidad de Madrid tiene que buscar protagonismo en cualquier lado. Bajar 20 euros al mes el IRPF de las nóminas de los trabajadores madrileños no va a cambiarles la vida lo más mínimo. Sin embargo, las vacaciones fiscales para los grandes patrimonios y para empresas que han visto subir exponencialmente sus beneficios va a suponer a la larga un nueva merma más de los servicios públicos de los madrileños.

Si observamos la historia de los países europeos de los últimos 50 años podemos extraer la consecuencia de que los países más democráticos, con mayores estándares de democracia, bienestar y libertad, son los países con un nivel impositivo y fiscal amplio y asentado. En cambio en las dictaduras los impuestos se reducen todo lo posible como una manera de promocionar y mantener el clasismo y la dificultad de que las personas que nacen en hogares de clase baja puedan ascender social y económicamente. Sólo se permite que elegidos y elegidas de clase media puedan acceder, mediante becas y ayudas concretas, a la exclusividad de ciertas universidades y ministerios que en realidad no responde más que al deseo de perpetuar el clasismo.

Es en las situaciones difíciles cuando se conoce a las personas. De visita todos somos muy amables, correctos y educados. Pero es cuando surgen problemas difíciles cuando cada uno demuestra de que pasta hecho. Mi experiencia personal me ha enseñado que cuando en mi vida han aparecido dificultades graves se han abierto huecos a mi alrededor, especialmente por parte de los que más parecían saberlo todo. En la actual situación económica y política, después de una pandemia y con una guerra en el corazón de Europa, los verdaderos patriotas son aquellos que están dispuestos a perder una parte de su poder adquisitivo  en beneficio de la sociedad en la que viven. En estos tiempos en los que el egoísmo y el bienestar personal prima sobre la sociedad y en los que crear artimañas contables para eludir pagar a Hacienda lo que corresponde sea visto como algo de personas inteligentes, brillan más que nunca las actitudes desinteresadas.