Desde que ocurrió el fenómeno del COVID-19 se han sucedido distintos acontecimientos de novedades que, en forma de acontecimientos negativos, han ido sucediendo en la sociedad y que nos han desviado la atención hacia problemas tradicionales que siempre han existido y que siguen existiendo.

Al mismo tiempo, la necesidad de salir al paso, desde el punto de vista médico, de los problemas gravísimos que se han derivado del virus del COVID ha provocado retrasos en la asistencia médica de otras enfermedades que existían, y seguirán existiendo, ante la necesidad de concentrar los esfuerzos mayores con nuestros recursos Humanos y materiales en atender una enfermedad desconocida y que estaba afectando a la totalidad de la población.

Sin embargo, una vez que la ciencia parece conocer ya mejor el fenómeno del COVID resulta necesario echar la vista atrás y volver a potenciar el tratamiento de problemas médicos que tiene la sociedad y que se dejaron en un tintero cuando nos encontramos hace dos años con un gravamen a la misma como este coronavirus que ha dejado detrás de sí una importante cifra de muertos, y otra, no menos importante, de personas con secuelas persistentes gravísimas que muchos ciudadanos tienen todavía que soportar y que precisa también una solución para quienes siguen sufriendo todavía, hoy en día, las secuelas de la enfermedad que en su momento contrajeron y se denomina como el Covid persistente.

Pues bien, uno de los graves problemas que ha existido hasta la fecha, y sigue existiendo, es el de las adicciones al alcohol y a las drogas, que son un fenómeno que nos ha invadido desde antiguo en la sociedad y en muchos hogares dónde algunos de sus miembros han tenido problemas de esta naturaleza. Y son muchas las sociedades y asociaciones que tienen como objetivo luchar contra este fenómeno de la dependencia a ambas para sacar de un pozo sin fondo a quienes caen en el mismo. Pero no olvidemos que les cuesta muchísimo esfuerzo salir de él, por tratarse de un problema de indudable gravedad y al que hay que prestarle, también, mucha atención para resolver el drama que se vive hoy en día en muchos hogares donde uno de sus miembros ha caído en desgracia en un problema de adicción.

Recordemos que para la Organización Mundial de la Salud (OMS), la adicción es una enfermedad cerebral, igual que otros trastornos neurológicos o psiquiátricos reconocidos, como son la enfermedad de Alzheimer o la esquizofrenia. Y las cifras son tremendas. Alrededor de 275 millones de personas consumieron drogas en todo el mundo en el último año y más de 36 millones de personas sufrieron trastornos por su consumo. El 73,9% de los estudiantes de entre 14 y 18 años lo ha probado alguna vez (77,9% en 2019). El 70,5% ha bebido en el último año (75,9% en 2019) y el 53,6% lo ha hecho en el último mes (58,5% en 2019). Y en la ludopatía se estima que entre el 1% y el 3% de la población mundial es adicta al juego.

No podemos, por ello, desatender problemas que son también importantes en su propia escala numérica y estadística, pero cuando se trata de la muerte provocada por adicciones, o la autodestrucción que ello provoca, es preciso dar y dotar los medios necesarios para tratar de ayudar a esas familias con alguno de sus miembros con un problema de adicción, porque no solo lo sufre quien lo padece, sino, también, el grupo familiar en su conjunto, porque son todos los que ven, y sufren impotentes, a veces, a la víctima de la adicción y el bucle en el que se ha metido del que tanto le cuesta salir. Pero adicciones hay muchas, y otra preocupante también es la ludopatía, como ese impulso que tiene, quien padece esa adicción, de gastarse su dinero en el juego, lo que propicia que existan personas que padecen esta enfermedad y se gastan lo poco que tienen o ingresan en el juego, dejando al resto de su entorno sin medios para llegar a final de mes.

Es preciso potenciar, por ello, las unidades de atención a las conductas de adicción y ser conscientes del gran trabajo que llevan a cabo los profesionales que trabajan en estas áreas atendiendo a quienes sufren estas adicciones. Pero, sobre todo, intentando conseguir que los familiares de las víctimas de las mismas puedan convencer al paciente que acuda a los centros donde se les atienden, porque lo más importante es que la víctima de la adicción asuma su problema y pida que se le ayude. Así, su entorno, y los recursos creados para tal fin cumplen una función esencial para ayudar a muchas personas que padecen estos problemas de adicción.