Las proteínas son el nuevo reclamo en los supermercados. En la sección de lácteos, varios productos atraen a posibles compradores destacando la presencia de este nutriente, que ahora demandan los más jóvenes. Es el nuevo canon que las redes sociales -sobre todo Instagram y TikTok- imponen a la muchachada. La imagen triunfa, y con ese modelo gimnasios y centros de belleza se llenan de adolescentes. No hay distinción de género: triunfa el músculo, la apariencia, lo que dicta la masa.

Para ellos, es obligado hacer pesas, marcar abdominales. Los gimnasios se han convertido en el nuevo ágora juvenil. Nada de partidos de fútbol en calles cada vez más orientadas a las mascotas, en plena crisis de la natalidad. Por no hablar de la invasión de las terrazas, un mal endémico nacional. Cientos de miles de chavales se machacan a diario para hacerse fotos frente a espejos domésticos mostrando sus trabajados bíceps y pectorales. La conversación ya no es importante. La cultura digital es audiovisual, y en esa batalla perdida por la civilización se abren paso los que prefieren los puños a las letras.

Para ellas, no basta con el gimnasio. Las clínicas láser se llenan de madres con hijas a las que les sobran y molestan sus incipientes vellos faciales. En unos años serán carne de cañón de clínicas estéticas, convertidas en El Dorado contemporáneo. Los estudiantes de medicina ya lo saben: los mejores expedientes no quieren ser cardiólogos ni cirujanos. Ahora lo que triunfa es la cirugía plástica. En pleno desmantelamiento de la sanidad pública, no hay mejor salida que la clínica privada. Son sólo negocios, como dijo Marlon Brando, el Padrino.

Las consecuencias de entregar la formación del espíritu personal de nuestros hijos a las redes sociales, esto es, a la masa anónima y al algoritmo diseñado para engancharles con contenidos absurdos y peligrosos, ya son palpables. Culto al cuerpo, predominio de la estética (aunque no la entendamos), ausencia de lecturas, pérdida de cualquier atisbo de pensamiento crítico. Los institutos no pueden hacer nada, porque en las casas no se habla. Los padres y madres también han sucumbido al móvil, a Netflix, a la comodidad de las pantallas y sus recompensas inmediatas. “El músculo más importante es el cerebro”, decía en todo momento el padre del protagonista de El hijo del héroe, estimable novela de la cubana Karla Suárez. Muchos adolescentes serán buenos repartidores de Amazon o de Glovo. Los músculos siempre han tenido quien los explote.