Recientemente hemos asistido a la incorporación de un anglicismo de largo recorrido cuyo éxito en nuestras lenguas se debe a su desarrollo sin parangón en los medios de comunicación y redes sociales: las “fake news”. Es evidente que deberíamos optar por la expresión “noticias falsas o falseadas”, aunque tal vez el éxito del anglicismo deriva del desarrollo del término en la sociedad actual. Falsear la realidad a partir de medias verdades puede provocar que asumamos como ciertas algunas explicaciones, sobre todo si no podemos contrastar los datos. Por este motivo, me llamó la atención un titular reciente publicado en este mismo periódico sobre la falta de relevo generacional entre los investigadores de una disciplina tan actual como la informática. Cierto es que en los últimos años se ha planteado el debate en las universidades sobre el relevo generacional a partir del envejecimiento de las plantillas docentes e investigadoras. La bajada de la matrícula del alumnado de algunas especialidades ha provocado que algunos grados estabilicen su plantilla docente e incluso su paralización.

La afirmación inicial en sí no representa una noticia falsa, ya que se encuentra en el marco de una entrevista y su declaración. Entramos, pues, en el marco de otro anglicismo “miss information” que realmente, no acaba de tener una equivalencia directa: “información que falta”. Una manera de ofrecer “verdades a medias” que pueden desarrollar falsedades si no contrastamos la información y no tenemos más parámetros de análisis. Así, hay que tener en cuenta que, más allá de los efectos de la crisis económica continuada y de la falta de un plan plurianual de financiación de las universidades, algunos centros de educación superior han visto como alguna de sus áreas tradicionales presentan un personal que no encuentra recambio frente a la falta de ingreso de nuevos docentes e investigadores. Tal vez en las ramas de las humanidades o en algunas ciencias experimentales o sociales, los grupos de investigación no encuentran continuidad en sus proyectos, de manera que podemos hablar de una falta de competitividad frente a otras materias.

La realidad es muy distinta en algunas ramas técnicas, como la informática, las matemáticas o algunas ingenierías. Así, por ejemplo, si revisamos los miembros de algunos institutos técnicos de nuestra Universidad, observamos que cerca de un 40 % de su personal investigador procede de nuevas contrataciones sujetas a proyectos de investigación o a docencia de nuevas materias menores de 45 años. Tenemos una plantilla renovada y ampliada en los últimos años dentro de departamentos e institutos de investigación que tienen una demanda creciente en nuestra sociedad. No es del todo cierto pues la nombrada falta de relevo generacional, si bien se puede presentar el problema de pérdida de alumnado egresado en beneficio del mundo empresarial o de otros centros de investigación del resto del país o del extranjero.

La universidad española amplió sus instalaciones y su personal en la época democrática. La consolidación de la demanda, frente a una demografía que la impulsaba, rediseñó unas instituciones que procedían de moldes del antiguo régimen donde el sentido de la verticalidad –donde la jerarquía de los catedráticos (con escasa presencia de catedráticas)– marcaba el día a día de su funcionamiento. Nos encontramos con una nueva realidad: una sociedad cambiante que exige la actualización de la investigación a partir de grupos bien formados y renovados con profesionales que proceden de nuestros centros. Todo ello porque partimos de una realidad, una universidad que va dejando atrás estructuras anacrónicas donde el relevo generacional es una realidad imparable.

En resumen –y con voluntad de dar énfasis a lo comentado–, nuestras universidades necesitan una estabilidad presupuestaria que les permita abordar con racionalidad la renovación de las plantillas docentes, en especial, en las áreas que pueden encontrarse con una parte importante de sus miembros en proceso de jubilación. De manera paralela, debemos ser conscientes que en algunas especialidades no existe este problema ya que se trata de materias de más reciente implantación y con una demanda creciente acorde a las necesidades de la sociedad. Decir lo contrario es, por tanto, falsear la realidad y construir verdades a medias. Así, el periodista estadounidense Edward Schumacher advirtió que “el problema de las noticias falsas es que debilitan la confianza”. Contrastemos, pues, las fuentes, diferenciemos lo que es noticia de lo que no deja de ser una opinión personal. Una buena muestra también de los nuevos tiempos que corren para la comunicación.