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Juan R. Gil

ANÁLISIS

Juan R. Gil

Sondeos, escorpiones y tierra quemada

Ximo Puig coge del brazo a Pedro Sánchez, en el acto celebrado el pasado enero en Alicante en el que el presidente del Gobierno presentó las ayudas a la vivienda. Álex Domínguez

Esto no es Andalucía, ni siquiera es Madrid. En la Comunidad Valenciana tanto el PSOE como el PP están muy lejos de poder gobernar en solitario. Pero Puig se enfrenta a dos rivales: Mazón y Pedro Sánchez

La encuesta que publican los periódicos de Prensa Ibérica en la Comunidad Valenciana (Mediterráneo de Castellón, Levante-EMV de Valencia e INFORMACIÓN de Alicante) deja interesantes lecturas.

1. Esto no es ni Andalucía ni Madrid. Aquí ninguna fuerza política puede aspirar a gobernar en solitario. En el mejor de los casos, el partido que ganara las elecciones autonómicas obtendría 35 escaños, 15 por debajo de la mayoría absoluta.

2. El PP recupera la vitola de primer partido de la Comunidad, tanto en votos como escaños, que perdió en los comicios de 2019. Incluso superaría en número de diputados el resultado obtenido en 2015, cuando dejó el poder pero firmó 31 actas, ocho más que el PSOE, que sin embargo acabó presidiendo la Generalitat gracias al primer pacto del Botànic con Compromís (19 escaños entonces) y Podemos, cuyos 13 diputados votaron a favor de la investidura de Puig.

3. Los populares obtienen ese resultado porque recuperan la mayoría del voto que en su día se les fue a Cs y porque Vox se frena en su crecimiento, algo que ya habíamos visto pasar primero en Madrid y luego, sobre todo, en Andalucía. ¿Ese fenómeno, el del fortalecimiento del PP como opción prioritaria para el votante de derechas, irá en aumento conforme se acerquen los comicios? Nunca como ahora la política fue tan cambiante, pero todo indica que sí.

4. La «transversalidad» de Ximo Puig no consigue una traducción clara en los guarismos que arroja la encuesta. El voto recircula en el interior de cada bloque, pero estos se mantienen petrificados. Igual que el PP crece porque deglute a Cs (y las migajas que deja en el plato se las come Vox), el PSOE aumenta sus escaños porque suma los que pierden sus socios de Compromís y Podemos. ¿Le iría mejor a Puig si hubiera hecho un viraje más a la izquierda como el que Pedro Sánchez está aplicando al Gobierno central? No lo sabemos, porque la encuesta no puede recoger la opinión de los ciudadanos si se hubiera hecho otro tipo de política. Pero todo indica que le iría peor, porque lo que sí sabemos es que en la Comunidad Valenciana el voto al PSOE crece, mientras en España baja. Ahí sí marca la diferencia Puig.

El PP tiene un botín con Ciudadanos: se come casi todos sus escaños y lo poco que deja en el plato se lo lleva Vox

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5. Compromís «aguanta» sorprendentemente bien. En realidad, esa resistencia es la que acaba por confirmar la posibilidad de un tercer gobierno del Botànic. Digo sorprendentemente porque la encuesta está realizada tras la traumática salida de Mónica Oltra del Consell, que por lo visto en el sondeo tiene menos repercusión de la que cabía esperar. Pero mejor que la coalición nacionalista no organice otra fiesta para celebrarlo: «bien» quiere decir que los 19 escaños de 2015 pasaron a ser 17 en 2019 y ahora estarían entre 16 y 14. ¿Nació Compromís con vocación de muleta? Si la respuesta es no, entonces les va mal. De Podemos, por su parte, sólo se puede decir que, lo que no le da al PSOE, se lo da a Vox. Fueron 13. Ahora como mucho serían 5, si se confirma dentro de unos meses que no han caído por debajo del 5% de los votos que la ley electoral valenciana exige para entrar en las Corts. En todo caso, Compromís y Podemos están a una eternidad del objetivo no confesado que siempre han tenido: sumar entre ambos más escaños que el PSOE, para condicionar cualquier futuro gobierno haciendo pasar a los socialistas por las horcas caudinas de sus imposiciones. Eso, según la encuesta, no pasará.

6. El sondeo de Gesop para Prensa Ibérica ofrece una foto en la que, a día de hoy, el bloque de izquierdas lograría por los pelos los números justos para seguir gobernando, mientras que el de la derecha, pese al empuje del PP, no sumaría lo suficiente para regresar al Palau. Pero la evolución de todo estos datos de aquí a que se celebren las elecciones autonómicas, que Ximo Puig puede hacer coincidir con las municipales del último domingo de mayo de 2023 o adelantar si cree que eso le favorecería, es una incógnita. Sabemos que Ciudadanos no se va a recuperar, lo que garantiza al PP de Carlos Mazón un botín suculento. Intuimos también que la inestable situación de Compromís (con la herida de Oltra abierta y supurando, las primarias convertidas en guerra civil sin sentido y el Bloc -perdón, Mès- convencido de que ser el tuerto en el país de los ciegos es el paraíso soñado por el nacionalismo), puede acabar provocando una erosión mayor que la que indican las encuestas. Y ese querer subrayar su condición nacionalista antes que su alma de izquierdas le dificulta, encima, pescar en el caladero abierto de Podemos. Lo único claro en esta carrera es que el PP viene remontando con fuerza y que el PSOE de Puig se mantiene contra viento y marea sin saber si lo suyo será nadar para morir en la orilla o tendrá el premio de una tercera legislatura. A los demás, sólo les queda el control de daños.

7. La encuesta, como ya he dicho, sostiene que si las elecciones se celebraran hoy Mazón las ganaría pero no gobernaría. El maestro Iríbas decía siempre que en un sondeo electoral la pregunta clave es la de quién creen los entrevistados que va a ganar las elecciones. En la que publicamos, un 32% de los consultados piensa que será el PSOE y un 30,9% que el PP. Pero el mayor porcentaje es el del 33% que no sabe qué pasará. En las preferencias sobre quién debe presidir la Generalitat, por el contrario, Ximo Puig se impone de forma rotunda sobre Carlos Mazón (el 46,1% se inclina por el líder socialista frente al 15,9% que opta por el popular) y también sobre los que no se pronuncian, que en total suman un 37%. La cuestión capital, sin embargo, es que a siete meses sólo de las elecciones, si es que no se adelantaran, la mitad de los consultados no se define por ninguna opción: un 7,2% afirma que no votará, un 36,1 no lo sabe y un 6,9 no quiere contestar.

Compromís aguanta bien para lo que ha supuesto la salida de Oltra, pero se mantiene su tendencia a la baja

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Es evidente que hay una bolsa de voto oculto que no podemos saber de qué lado va a inclinar la balanza. Pero también que el número de indecisos es muy alto. Ese es el terreno de juego donde se disputa verdaderamente el balón. Y en ese campo, si Puig acaba siendo desalojado del Palau por el PP a pesar de que las encuestas hoy le dicen que conseguirá revalidar la presidencia de la Generalitat, no necesitará, como Zavalita, preguntarse cuándo se jodió el Perú. Quizá hasta pueda ponerle fecha: la del jueves pasado, 6 de octubre de 2022, el día en que se conocieron los Presupuestos Generales del Estado del Gobierno de Pedro Sánchez y se confirmó, como tituló su portada este periódico, que son los peores de la historia para la provincia de Alicante: las inversiones crecen en un 3,3% en ese presupuesto, pero bajan en un 12,3% para Alicante, que se suma al recorte del 36,8% que la provincia ya sufrió el ejercicio anterior; los alicantinos serán los españoles que menos inversiones reciban por cabeza (85,48 euros por habitante frente a los 283,73 euros de media que fijan estos presupuestos), pese a estar entre los que más contribuyen a la riqueza nacional.

Si antes escribo, como la pasada semana hice, que Ximo Puig, con su plan de reforma fiscal, había ganado el peso en el contexto nacional que como líder de la autonomía más grande presidida por el PSOE otras veces se le había hurtado; si antes lo señalo, digo, antes llega el tío Sánchez con las rebajas para poner las cosas de nuevo en su sitio. Sólo que esta vez, pegándole la bofetada a Puig en la cara de Alicante.

El maltrato a Alicante en los presupuestos del Estado, que no atiende a lógica alguna, supone un torpedo de Sánchez a Puig

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El maltrato presupuestario de todos los gobiernos a esta provincia es ya un clásico en política y en las cuentas públicas. Da igual que gobierne el PP o que lo haga el PSOE, Alicante, quinta provincia en aportación al PIB de España y quinta también en el número de escaños que envía al Congreso de los Diputados, lleva años siendo la última en inversiones del Estado. O sea que esto no es novedad. Es algo sobre lo que tendremos que sentarnos a reflexionar de una vez y que habrá que empezar a combatir pasando del lamento a la puesta en marcha de acciones inteligentes y, aunque sea en el medio plazo, con un horizonte de efectividad. Lo cual es mucho más fácil de decir que de hacer.

Así que lo diferencial en este caso no ha sido el abuso, con ser mayúsculo. Sino la contumacia con que el Gobierno de Sánchez se empeña, sin que conozcamos la razón, en castigar a esta provincia. Cuando las políticas públicas más importantes son para todos, después de la pandemia y en medio de la crisis provocada por la guerra de Ucrania, de Madrid lo que hemos tenido han sido todo torpedos en nuestra línea de flotación:

- Un recorte del trasvase que pone en grave riesgo a todo el sector agrícola sin ningún plan de apoyo que compense una reconversión como la que se quiere hacer ni la más mínima previsión, ni de obras ni de ayudas ni de financiación, para la sustitución del agua del Tajo por caudales desalados.

- La congelación o el tijeretazo del programa vacacional del Imserso, que es el que permite mantener la actividad de la planta hotelera y evitar la temporalidad en el sector, con la pérdida de productividad, empleo e ingresos.

- La devaluación de la conexión por AVE con Madrid y la paralela desconexión en la práctica de las líneas con Andalucía, obstaculizando, cuando no cortando, un flujo económico fundamental para esta provincia.

Por todo eso sumado, esta nueva acometida no solo ha causado indignación. Lo que esta vez predomina es el estupor, del que 72 horas después no nos hemos repuesto. No hay ninguna razón política, económica o social que sustente lo que se ha hecho en estos presupuestos con Alicante. Pero tampoco ninguna explicación lógica en términos electorales: las posibilidades de que Puig siga siendo presidente pasan porque el diferencial entre el PP y el PSOE en Alicante sea el menor posible y con un mazazo como este está claro que Sánchez expone a los socialistas a un desgaste enorme.

¿Saben el cuento del escorpión y la rana? Pues lo único que se me ocurre es que Sánchez sea el escorpión y Puig la rana. ¿Que dónde encaja Alicante? Es la tierra quemada con la que empieza la historia.

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