No soy de los que disfrutan con los guisotes cargados de ingredientes que tanto gustan a algunos. Suelen resultar altamente indigestos. Debe ser que el organismo no sabe qué hacer con tal variedad de alimentos juntos. Hay cosas que se pueden combinar y cosas que están mejor cada una por su lado. Como a mí nunca me gustó “Masterchef” voy a dejar el introito culinario-explicativo de lo que viene a continuación para pasar rápidamente al plato fuerte de esta newsletter: es un error grave e injusto incluir lo que el Gobierno de Pedro Sánchez está haciendo con Alicante en los Presupuestos Generales dentro de ese otro fenómeno de infrafinanciación del que tanto el actual gobierno como los anteriores han hecho víctima a la Comunidad Valenciana. Ese caldero huele a olla podrida. Esta confusión de categorías sirve a algunas mentes perezosas para organizarse, pero por mucho que ambos asuntos presenten similitudes difieren en quién los padece y la forma que los sufre. La provincia de Alicante tiene dos problemas de financiación: uno general, como parte de una comunidad infrafinanciada y maltratada por el Estado desde hace muchos años, y uno particular, que se ha plasmado en una falta de inversión pública apabullante, tanto desde el Consell como desde el Gobierno central. Es verdad que Ximo Puig ha intentado paliar lo que le tocaba en el frente autonómico, pero lo de Madrid es harina de otro costal.  El centralismo del Estado arregla los agravios autonómicos generando nuevos centralismos y nuevas formas de agravio. Ahí tienen el “euromillones” de inversión pública que le ha tocado a València: 7 de cada 10 euros destinados a la Comunidad Valenciana por el Gobierno de Pedro Sánchez. Acepto que sea poco comparado con la morterada de los “beneficiados habituales”, pero es mucho comparado con lo que nos ha tocado a otros.  De hecho, a algunos no nos ha correspondido casi nada en el reparto. O aún peor: está en los bolsillo de otros por error, como pretende la delegada del Gobierno en una pirueta incalificable.  

Son, por tanto, problemas diferentes. Problemas que suman olvido y agravio, no que restan al incluirlo en un marco más general de olvido y agravio. Incluir el problema de Alicante dentro del fenómeno global de infrafinanciación valenciana es diluirlo. Si los Presupuestos Generales del Estado son la plasmación directa de la gestión política que el poder ejecutivo de turno quiere desplegar en su territorio, la política de Sánchez para Alicante es ninguna porque para él y su Gobierno esta provincia no necesita nada. No importa porque para ellos casi no existe. No merece ser tenida en cuenta porque hay tantas prioridades territoriales y de otro tipo que Alicante está, por segundo año consecutivo, la última de España en inversiones por habitante. Eso es una cuestión que no puede ser diluida en el caldero general de la infrafinanciación de la Comunidad, donde, cómo no, también estamos. Y de ese agravio, en particular, tiene que responder alguien, y alguien tiene que explicarlo con detenimiento porque dentro de dos días vendrán a pedirnos el voto y nos querrán esconder esto que está pasando con trucos malabares varios.

  

Y una cosa más:

Los adultos no vemos correctamente la magnitud del problema que la dependencia tecnológica de la generación digital supone y de las consecuencias en su salud. Mientras nosotros no acabamos de verlo, ellos empiezan a verlo cada vez peor. El llamado “síndrome de la pantalla” afecta al 80% de los alumnos, que es como decir el 80% de todas esas generaciones que están mayoritariamente aún dentro del sistema educativo.  Los trastornos visuales son ya inseparables de esa generación digital. Difícilmente pueden seguir la recomendación de “parar cada 20 minutos” que realizan los especialistas cuando en su día a día les faltan horas. Las pantallas “miopizan”, lo que hace que sea muy difícil encontrar niños de hasta 14 años sin este problema en la vista.

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