El mal llamado “Debate sobre el estado de la ciudad”, que se celebró hace pocos días en el salón de plenos de la Casa Consistorial, ha servido para certificar el progresivo desfallecimiento de la democracia municipal que vivimos en Alicante de la mano de un gobierno de derechas para el que todo lo que sea participación ciudadana, debate político e implicación social es una molestia.

A pesar de la razonada y razonable petición que hicieron los partidos de izquierda para dar más versatilidad al formato, Luis Barcala optó por mantener una sesión anodina y de puro trámite, con unos tiempos tasados que apenas permitían un discurso de exposición, sin posibilidad de contrastar visiones. Esto es lo que representa para el gobierno municipal del PP y Cs el debate anual más importante sobre la situación de la ciudad y su futuro. Cualquier parecido con la palabra “debate” es pura coincidencia.

Pero siendo tan inquietante la forma, lo fue mucho más el fondo que trasladaron los encorsetados discursos de los partidos que nos gobiernan, y particularmente del alcalde, reducidos a una simple exposición de obras en curso y de muchos otros trámites municipales en marcha. El listado de actuaciones en calles y plazas leído por Luis Barcala, con algún llamativo error, era más propio de una empresa de construcciones y reformas que de la máxima autoridad política de la capital en la quinta provincia de España por población. Y es que tenemos un equipo de gobierno incapaz de comprender y proyectar el futuro de Alicante, entendiendo que su papel en el Ayuntamiento es el de gestores de trámites y expedientes municipales. Por eso les resulta tan antipática la participación de los vecinos, salvo, eso sí, cuando sirve para aplaudirles o para recompensar a grupos clientelares.

Ahora bien, sin una acción política municipal sana, rabiosamente democrática y verdaderamente participativa no se pueden impulsar los cambios y transformaciones socioecológicas que la ciudad necesita ni tampoco mejorar la convivencia. Hasta el punto de que se puede decir que en Alicante está apareciendo un cierto malestar democrático, con un progresivo alejamiento y desafección de entidades sociales y ciudadanas con los responsables de las instituciones municipales, tan satisfechos de actuar de espaldas a la ciudadanía, despreciarla y rechazarla. Esta es la razón por la que se están produciendo rectificaciones continuadas sobre intervenciones en la ciudad protagonizadas por el gobierno municipal de derechas, al tomar decisiones importantes que afectan a los barrios de espaldas a sus vecinos. Y si no hay más se debe a la arrogancia, más que la conciencia que tienen de que se han equivocado en otras muchas decisiones.

Reducir las instituciones municipales a la simple administración de obras de reforma y mantenimiento de espacios públicos degradados junto a la concesión y renovación de contratos y contratas, como está haciendo este gobierno municipal de derechas, anula su capacidad para el impulso estratégico sobre la ciudad y la resolución de los problemas más acuciantes que afectan a la vida de las personas. Algo que vemos en el malestar que atraviesan muchos barrios ante su abandono en problemas diarios de los que el Ayuntamiento se lava las manos y no quiere saber nada.

Más allá de enumerar las obras en marcha en la ciudad, como hizo el alcalde, un debate político de esta naturaleza hubiera cambiado radicalmente si representantes de entidades sociales hubieran podido trasladar algunas de sus preocupaciones y demandas más acuciantes, en algún caso históricas, que son sistemáticamente desatendidas, dañando y deteriorando las condiciones de vida de los vecinos. Preocupaciones y demandas que no se pueden abordar a través de los órganos municipales establecidos porque el equipo de Gobierno municipal o no los convoca, como sucede con el Consejo Social de Alicante que ni siquiera se ha reunido en todo este mandato, o deja fuera a entidades verdaderamente relevantes y con años de trabajo, como ha sucedido con el Consejo Local de Residuos, un órgano en el que incluyeron a entidades sin trayectoria, dejando fuera a una de las más prestigiosas organizaciones del sector, como es Ecologistas en Acción, a pesar haber solicitado su inclusión por vía administrativa. Eso cuando las entidades sociales de la ciudad no son directamente insultadas o despreciadas públicamente, como ha hecho en repetidas ocasiones la polémica concejala de Acción Social y Educación, Julia Llopis.

La democracia municipal de baja intensidad o de mínimos, practicada por el alcalde y los grupos municipales del PP y Cs desde el Ayuntamiento de Alicante, entiende que los vecinos solo pueden depositar su voto cada cuatro años, sin respetar ni modernizar los cauces de participación social, lo que produce frustración y alejamiento con los problemas de la ciudad. El bipartito no ha dejado de demostrar que los procesos de participación y escucha no están en su ADN político, como bien saben, por ejemplo, los vecinos que se concentran cada semana reclamando algo tan sensato como que no se talen las melias de la avenida de la Constitución, teniendo que salir a movilizarse para que su Ayuntamiento no mate unos árboles crecidos a los que quieren y forman parte de sus calles. Una ciudad sin la ciudadanía, como proyecto político.