Han pasado 40 años desde que comencé a ejercer mi labor como corresponsal de Villena en este diario. Corría octubre de 1982, tenía 20 años recién cumplidos, y el periódico sólo se publicaba de martes a domingo, porque todavía existía la ‘Hoja del Lunes’. Me comprometí a que la información sobre Villena saldría los seis de la semana, y así fue. Eso sí, reconozco que la cabra tira al monte y la ciudad que quise plasmar era la más cultural que imaginarse pueda. ¿La capital cultural del interior que ahora quieren promocionar? Pues esa misma narraba yo día a día, titular a titular, con mis festivales de música, teatro y cine, mis artistas y mis personajes. Una de mis primeras noticias de octubre de 1982 fue que los cuatro cines de la ciudad subieron el precio a 175 pesetas. ¿A qué otro corresponsal le importaba eso? De haberlo hecho, conoceríamos el encarecimiento del precio de las entradas año tras año.

Pero genio y figura, hay una anécdota muy reveladora que no puedo dejar de contar. Por entonces estudiaba Magisterio en San Blas, e hice las prácticas en el colegio El Tossal, en la misma avenida del doctor Rico. Pues bien, a la salida hacía sendas al periódico casi todos los días (qué preciosa expresión de mi madre, “hacer sendas”, sentirte atraído por un lugar o por alguien).

Subía a la primera planta, donde entonces estaba la redacción, y me fundía con los que editaban la página de Televisión, que era lo que a mí realmente me apasionaba. Ahí están en las hemerotecas, mis textos sobre los programas que se estrenaban, mis valoraciones críticas, cosecha de hace casi cuarenta años. Nunca pude vivir la vida soñada, pero siempre supe esquivar la que me hubiera correspondido.