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Joaquín Rábago

¿Acabaremos normalizando la guerra nuclear?

¿Jaque mate nuclear?

Escuché la otra noche el otro día hablar de pastillas de yodo en una de esas emisoras privadas de televisión que se distinguen por el sensacionalismo, la continua gesticulación de sus presentadores y la interminable publicidad.

El pretexto era la noticia de que el Gobierno de Finlandia, país vecino de Rusia que ha abandonado su tradicional neutralidad por la candidatura a la OTAN, había pedido a la población que compre yodo por si se produce una catástrofe o un ataque nuclear.

Decía la noticia original que en pocas horas, las farmacias finesas habían agotado sus existencias de ese tipo de pastillas, que ofrecen sólo una pequeña protección frente ese tipo de radiaciones, por lo que el consejo principal era que los ciudadanos se refugiasen, llegado el caso, en espacios interiores.

Mientras tanto, aunque mucho más lejos que Finlandia de las fronteras de la Federación Rusa, el Gobierno de España ha decidido a su vez fabricar 2,3 millones de pastillas de yoduro potásico para ser usadas por la población ante un posible ataque nuclear.

No sé si con el telón de fondo de la guerra de Ucrania, se está poco a poco normalizando la posibilidad de una guerra nuclear en nuestro continente en lugar de hacerse todo lo posible, recurriendo a la olvidada diplomacia, para evitar tal catástrofe.

Aún más preocupante la frivolidad o bravuconería, según se mire, con la que el teniente coronel Olexii Arestovych, asesor del actual presidente ucraniano en materia de seguridad, habla en declaraciones al semanario alemán Die Zeit de la posibilidad de un ataque de ese tipo por parte de Moscú.

Aparte de negar que el servicio secreto de su país hubiese tenido algo que ver con la voladura del puente de Crimea y atribuirlo a Moscú, algo difícil de creer, Arestovych pide a su entrevistador que les diga a sus compatriotas alemanes que los ucranianos no tienen “ningún miedo a una amenaza nuclear”.

A pesar de que su esposa y sus dos hijos viven en Kiev, como él mismo explica, el colaborador de Volodímir Zelinski, asegura que no le atemoriza el que la guerra pueda pasar un día a ese estadio.

“Aunque los rusos emplearan diez o veinte misiles nucleares tácticos, la guerra no habría acabado. No tendrían sobre el terreno a la gente necesaria para conquistar el país y nosotros estaríamos aún más motivados que antes”, asegura Arestovych .

Y agrega desafiante: “Los estadounidenses han dicho claramente que en el caso de que (el presidente Vladimir) Putin emplease armas atómicas tácticas, la reacción sería contundente. ¡Así que adelante!”.

Sobre los ataques rusos contra objetivos civiles, que califica de simple “terrorismo”, explica que sólo sirven para que crezca la rabia entre los ucranianos” y asegura que lo destruido, ellos lo “reconstruirán en dos días” mientras que los rusos malgastan así millones de dólares.

Alarmado por tales declaraciones, me ocupé de indagar en la biografía de Arestovych y supe que nació en Georgia en 1975 de padre bielorruso y madre rusa, que desde muy joven se dedicó a organizar seminarios de psicología además de estudiar teología y que tiene 1.6 millones de seguidores en YouTube.

En 2005 se afilió al partido ucraniano de extrema derecha Hermandad, participó en congresos del Movimiento Eurasia de Aleksandr Dugin, que está considerado como el ideólogo del presidente ruso y durante algún tiempo se opuso al ingreso de Ucrania tanto en la OTAN como en la UE.

Posteriormente trabajaría para el ex primer presidente ucraniano Leonid Kravchuk como asesor en materia de información, formaría parte de la delegación del grupo de contacto de la Trilateral sobre Ucrania además de participar en las frustradas conversaciones de Minsk sobre la paz en su país. Toda una caída del caballo como la de Saulo de Tarso.

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