Cualquier persona que esté leyendo este artículo conoce sobradamente la situación de España. No todo el deterioro que hemos sufrido en los últimos años es culpa del Gobierno. Hemos tenido una pandemia horrorosa a la que, como si estuviera concertado en un macabro ballet, ha seguido la agresión de Rusia a Ucrania, con consecuencias mucho más trascendentes que las batallas sobre el terreno, aunque éstas sean pavorosas.

Europa ha sido azotada pon una ola inflacionaria, que nos retrotrae a los años aquellos en los que los precios subían como la espuma y los tipos de interés tocaban techo.

Si esos ingredientes se cocinan en un país con evidentes carencias estructurales como el nuestro, donde la tasa de paro no puede descender de dos cifras ni aún en las mejores circunstancias, donde el sector industrial no es muy competitivo, donde el sector servicios es el predominante de la economía y dependemos fuertemente del turismo, no es difícil entender que el ciudadano medio tenga verdaderas dificultades para llegar a fin de mes.

Y eso, en cualquier país democrático, se contagia al voto y castiga al partido -o la coalición- en el gobierno.

En España además tenemos un añadido que no se da en otros países: un gobierno que amalgama partidos antisistema y separatistas, que lo único que desean es desprenderse de la matriz España.

Con todo este enrarecido ambiente, llega el Centro de investigaciones sociológicas, presidido por el señor Tezanos ─eminente militante socialista─ y nos obsequia con una encuesta cocinada, ultra cocinada, en la que el presumible resultado electoral del gobierno al mando es extraordinariamente positivo. Todas los demás entidades sociológicas que han realizado estudios han concluido lo contrario y, en análisis independientes donde se han valorado los datos en bruto antes de la cocina, las conclusiones son diametralmente opuestas. En otras palabras: el gobierno actual ha sometido al centro de investigaciones sociológicas al mayor desprestigio de su historia, algo de lo que va a ser difícil que se pueda reponer en los años venideros. ¿Merecía la pena? ¿Alguien cree que la influencia de estas encuestas en el voto popular es tan importante como para sustentar la agresión al prestigio del CIS, lo que viene a ser el deterioro de las instituciones públicas? Yo creo, sinceramente, que no merece la pena este sacrificio para este resultado.

¿Creen ustedes, señores del gobierno, que los españoles son tan burdamente manipulables que merece la pena enfangar una institución del Estado de esa manera tan miserable?

Si es así, les aseguro que están errados. O quizá herrados.