Creo recordar que en alguno de los episodios de esta serie de artículos nos hemos referido a las magníficas novelas picarescas que se escribieron en España en el siglo XVII, aunque la primera de ellas, y una de las mejores, fue El Lazarillo de Tormes, publicada en 1554. Este subgénero literario tuvo una gran importancia en el devenir de nuestras letras, pues los relatos que vieron la luz en este período están considerados como los grandes precursores de la novela moderna.

El tocomocho y la estampita

Esa picaresca española, que ya se vio reflejada en la literatura de nuestro Siglo de Oro, ha tenido una continuidad no sólo de forma impresa, sino que el cine también se ha hecho eco de esa tradición, propia de nuestro carácter. Dignos herederos precisamente de ese acervo son Tony Leblanc y Antonio Ozores en la película que ambos protagonizaron en 1959 con el título de Los tramposos.

El tocomocho consiste en la venta de un supuesto billete de lotería premiado a un precio inferior al de la cantidad ganada, alegando motivos de urgencia en la obtención del dinero.

En ese largometraje, dirigido por Pedro Lazaga y en el que también participaron otros actores de la talla de Concha Velasco, José Luis López Vázquez y Laura Valenzuela, se nos narra la historia de Paco y Vigilio, dos estafadores de un Madrid que empezaba a generar una gran actividad económica y que atraía una pléyade de trabajadores de toda España, pero que también estaba plagado de delincuentes que se movían a sus anchas en ese medio.

Los protagonistas se ganan la vida a base de timos como el de la «estampita» o el del «tocomocho» con los que desplumaban a los incautos que se ponían a su alcance. Estos dos timos clásicos son muy característicos de nuestra particular forma de ser, puesto que en ellos la víctima, fruto de la codicia y actuando de mala fe, cree ser la que engaña al timador, cuando es al contrario. El tocomocho consiste en la venta de un supuesto billete de lotería premiado a un precio inferior al de la cantidad ganada, alegando motivos de urgencia en la obtención del dinero. En la estampita una persona, que se finge discapacitada, asegura poseer gran cantidad de billetes de alto valor y pide cambiarlos por moneda más fraccionada. Un gancho, conchabado con el supuesto discapacitado, pincha a la víctima para que complete el intercambio.

Pensarán ustedes que estos timos eran propios de una España subdesarrollada que salía de la posguerra y en la que la necesidad y la falta de educación de la población, especialmente la que provenía del mundo rural para dotar de mano de obra a las grandes ciudades como Madrid, creaban el caldo de cultivo adecuado para que la gente picara con trucos tan elementales. Pero, si realizan una búsqueda rápida en Google poniendo «tocomocho y estampita», verán aparecer noticias recientes en las que algún pringado ha sido víctima de los modernos imitadores de Tony Leblanc y Antonio Ozores.

Sería muy fácil, hecha esta introducción que espero que les haya resultado amena, cargar ahora contra el Ayuntamiento de Elche y su particular tocomocho de bonos de todo tipo (consumo, patinetes, electrodomésticos y vuelta de nuevo al consumo), o meternos con nuestro alcalde por hacer suya la subida de las pensiones (insostenible, aunque resulte antipático decirlo) o incluso criticar a la oposición, por no ejercer como tal ni en un caso, ni en otro, ni prácticamente en ningún aspecto de la vida municipal. Ni siquiera les voy a hablar del timo de la estampita que supone prometer infraestructuras e inversiones para Elche de una importancia capital, pero que dependen de otras administraciones y que probablemente jamás lleguen a ejecutarse.

No, no lo voy a hacer. Simplemente les voy a relatar, a modo de ejemplo paradigmático de cual es la situación en España, las cuotas que los autónomos, pilar de una economía como la nuestra, basada en la microempresa y en los trabajadores por cuenta propia, satisfacen en comparación con los países de nuestro entorno y así ustedes mismos podrán concluir si el tocomocho y la estampita son timos del pasado o los seguimos padeciendo a diario gracias a nuestros ínclitos gobernantes.

Ni siquiera les voy a hablar del timo de la estampita que supone prometer infraestructuras e inversiones para Elche de una importancia capital, pero que dependen de otras administraciones y que probablemente jamás lleguen a ejecutarse.

El ejercicio actual, en tanto no se aplique la modificación pactada a partir de 2023, la cuota de los autónomos en España se sitúa entre los 294 euros mensuales por la base mínima de 960’80 euros, hasta los 1.266’66 euros mensuales para el que cotice por la base máxima que se sitúa en 4.139’40 euros. En Portugal tienen un modelo de cotización proporcional a sus ingresos, pero la cuota de autónomos oscila entre los 20 euros de mínima para las personas sin ingresos hasta un máximo de 1.138 euros para los que más facturan, estando exentos de cuota durante el primer año de actividad.

Ayuntamiento de Elche Matias Segarra

En el Reino Unido, los autónomos que ingresen entre 7.800 y 9.600 euros, aproximadamente, al año pagan unos 15 euros al mes. Los que ganen más de esa cantidad y hasta 60.000 euros pagan el 9% de sus ingresos y un 2% suplementario por los emolumentos que excedan esa cantidad. Los que tenga ingresos por debajo de 7.800 euros no tendrán que satisfacer cuota alguna. Los autónomos franceses abonan en función de su facturación que varía entre el 14,5% (si facturan menos de 7.000 euros al año) y el 48% (en caso de que los ingresos superen los 80.000 euros anuales).

¿Le podemos llamar timo?