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José María de Loma

Sueños y llamadas

Feria del Libro de Fráncfort. EFE

El otro día soñé que era uno de los doscientos escritores españoles invitado a la Feria del libro de Fráncfort, que este año está dedicada a España. Pero lo que comenzó como un buen sueño se fue fastidiando y se convirtió en pesadilla. En realidad me llamó un alto representante del Ministerio de Cultura para comunicarme la buena nueva. Yo me puse muy contento, soy muy de ponerme contento cuando me llama un alto representante, aunque sea de Obras Públicas o de Políticas Cinegéticas. Le pregunté que a qué hora tenía que estar en el aeropuerto que tuviera que estar, si hacía frío en Fráncfort o si me daban ellos un anorak y que si también iban Aramburu y Muñoz Molina. Me dijo que sí a todo. Sí, sí, sí. Y después, al despedirse, añadió lacónico: «Ya hablamos, Alberto». Colgué. Alberto. Cómo que Alberto. Me atribulé. Pero reaccioné y asustado con mi propia audacia marqué el número del representante alto. Me salió una centralita. No logré hacerme entender, que si Fráncfort, que si Alberto, que si mi obra y yo que si el ministro. Colgué. Volvió la desazón. Comencé, en mi sueño, a pasearme agobiado por mi casa. Tan desnortado estaba que no me di cuenta y dando pasos y pasos acabé en una avenida de mi ciudad distante tres kilómetros de mi salón. Llamé a un amigo: los amigos saben de verdad quién es uno. Oye, amigo, cómo me llamo. Venga tío, qué te has tomado, que estoy liado. Colgué. Hay que ver la cantidad de veces que estoy colgando en este artículo. Puse un whatsapp en el grupo del cole: hola, aquí Alberto. Nadie contestó. Puse otro whatsapp, «qué pasa, tíos». Contestó uno: hola Alberto. Me sentí un poco mal, la verdad. Un poco confundido. Un poco Alberto también. Joder, yo no sé quién me puso mi nombre, ya me podía haber puesto Alberto. Iba a escribir que me entraron sudores fríos pero eran calientes. Entonces me desperté. Mejor dicho, me despertó el teléfono, que estaba sonando. Era un número raro. Un poco sonámbulo comencé a pensar si descolgar o no, si sería el alto representante, si en realidad tenía ganas de ir a Fráncfort, si había escrito algún libro. Si seguía o no dormido o ya estaba en la realidad. Descolgué. Era un comercial de una compañía telefónica. «Buenos días don Alberto».

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