Estar al mando tiene dos problemas. El primero es que no puedes inhibirte. Cuando alguien cuestiona tu autoridad solo hay una salida si no quieres que esa autoridad se diluya como un azucarillo en un vaso de agua. Quien manda no tiene alternativa ante a la insubordinación. Mireia Mollà venía mostrando un olímpico desprecio por la autoridad de Aitana Mas desde que la crevillentina fue nombrada vicepresidenta, exhibiendo gestos de deslealtad y ninguneo hacia su compañera y (eso es lo que la ilicitana nunca aceptó) superior jerárquica. Era tan público y notorio que la actitud de la ya ex consellera de Agricultura parecía tener claros tintes de una provocación que buscaba lo que ha pasado, que Aitana Mas pidiera a Puig que la sacara del Consell. El tiempo dirá qué buscaba Mollà con esta salida calculada de su laberinto.

No es ni una buena noticia para Compromís, por mucho que se quiera encapsularla desde Més como una cuestión privée de Iniciativa. Ni tampoco para el Botànic. A Compromís le pasa como a la coalición gobernante en la Comunidad. Ambos son mecanismos delicados que se descoyuntan con demasiada facilidad. Les chirrían los cojinetes como herramientas de gobierno y mucho más como armas electorales. Y ya sabemos que la inestabilidad asusta a los votos tanto como al dinero.

Sin embargo, tampoco es bueno hacerse trampas al solitario. La coalición aúlla por las esquinas pidiendo una regeneración tan dolorosa como inevitable y aún pendiente. Una purga intensa que le libre tanto de francotiradoras interesadas como Mollà como de paralizantes incertidumbres postapocalípticas. Ya dijimos hace tiempo que una parte de Compromís no había superado la primera fase del duelo, la de la negación. Y ahí siguen con el plañimiento, aburriendo a las ovejas. Alguien tiene que cortar con esa situación en la que una parte de la coalición sigue esperando el perdón de los pecados y la resurrección de los caídos. Aitana ya sabe que le ha tocado comerse ese marrón y también que eso puede significar que no pase el filtro de la Tierra Prometida, a imagen y semejanza del Moisés bíblico. Pero alguien tiene que hacerlo. Es el otro problema de estar al mando.  

Y una cosa más:

Acusa recibo el concejal de Limpieza de Alicante, Manuel Villar, tras publicarse la noticia de que había actitudes incívicas de ciudadanos en relación con su área que apenas habían recibido sanciones en el primer semestre del año y que el total de multas no llegaba a una diaria. Concretamente, en un apartado especialmente molesto para todos, de enero a junio solo se impuso una sola multa al dueño de un perro cuyas deposiciones habían quedado sin recoger en la acera. Habrás más multas y aumentará la vigilancia, afirmó Villar, quien acierta al considerar que “hay que evitar la sensación de impunidad”. La multa no es el objetivo, es solo el medio para recordar que hay cosas que no se pueden hacer. Es fácil quejarse de suciedad y no respetar normas básicas de higiene y urbanidad. Las sanciones son necesarias para conseguir que dejen de serlo.

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