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Antonio Papell

Los saberes de Feijoó

El presidente del PP, Alberto Núñez Feijóo. David Zorrakino - Europa Press

Según la biografía oficial del candidato conservador a la presidencia del Gobierno, quien por lógica democrática será probablemente un día presidente del Gobierno (lo sucedido con Casado es excepcional), Alberto Núñez Feijóo es licenciado en Derecho por la Universidad de Santiago de Compostela y miembro por oposición del Cuerpo Superior de la Administración General de la Junta de Galicia. Fue consejero del Gobierno de Galicia con Romay Beccaria, alto cargo del Gobierno de la nación con Aznar y desde 2003 político ejerciente de nuevo en Galicia, hasta que en 2009 alcanzó la presidencia de la Xunta por mayoría absoluta, cargo en el que ha permanecido hasta su reciente dimisión para liderar el PP estatal.

A sus 61 años, Feijoo tiene bagaje bastante para ocupar dignamente el cargo de partido que ostenta y para aspirar con suficiencia a la meta que se ha marcado. Aunque como es obvio su experiencia es sobre todo autonómica, tiene a sus 61 años un recorrido apreciable. Las cosas son de este modo sea cual sea la opinión que cada cual tenga del personaje, ya que las simpatías y antipatías son argumentos subjetivos que tienen poco que ver con la idoneidad.

Hace pocos días, un ilustre periodista, reconocido por su brillante formación económica y por la ecuanimidad de su trayectoria, escribía un breve análisis en el que señalaba que Núñez Feijóo no sabe inglés, y que tiene que remediar a toda costa tal carencia cuanto antes. Aseguraba el articulista que las cosas habían cambiado en Europa desde que Adolfo Suárez viajaba tímidamente a visitar a nuestros actuales socios europeos sin más bagaje que la lengua castellana y el útil acompañamiento de Marcelino Oreja, su ministro de asuntos exteriores, que salvaba el expediente como buenamente podía. Felipe González, como la mayoría de las personas de su generación, sabía francés y no inglés porque esta había sido la consigna pedagógica del régimen, y no tuvo más remedio que mejorar la lengua franca hasta lograr hacerse entender por la mayoría de sus coetáneos. En 1986 España ingresaba en el Mercado Común y buena parte de la política española ampliaba definitivamente sus horizontes y se convertía en política europea, y era indispensable que todos los miembros del gobierno, incluido el presidente, fueran capaces de mantener largos conciliábulos con sus colegas. La norma comunitaria establece que el Consejo europeo se reúne dos veces al trimestre por lo menos, y lo más sustancioso de tales encuentros es lo que se debate en los corrillos y en grupos informales, siempre en inglés.

Aznar, en un plausible esfuerzo, consiguió hacerse entender, aunque fuera en un inglés macarrónico. Rodríguez Zapatero hizo lo que pudo y Rajoy, definitivamente, arrojó la toalla con su indolencia tradicional. Pero ha llegado Pedro Sánchez al gobierno y toda la ciudadanía lo está viendo hablando con soltura con unos y con otros en los foros europeos y en todas partes. Su generación tuvo la suerte de aprender el inglés desde la escuela primaria y Sánchez realizó el esfuerzo de perfeccionarlo más tarde, lo que le ha valido políticamente un potosí.

Al margen del inglés, un aspirante a presidente de gobierno debe de hacer horas extras en otra asignatura: la economía. Pedro Sánchez es Economista y su carrera le ha valido con seguridad para aprender mejor y más fácilmente lo que no ha tenido más remedio que interiorizar para cumplir con el papel que le toca al frente del gobierno. Pero ninguno de sus predecesores, salvo Calvo-Sotelo, sabía Economía al llegar al gobierno, y todos acabaron entendiendo a sus asesores económicos porque no podía concebirse otra cosa.

En definitiva, y dicho sea con la mejor intención, el señor Feijóo debería estar a estas horas estudiando inglés y economía con la mayor intensidad. Unos fundamentos económicos básicos le permitirán afinar su discurso y discernir entre los consejos de sus economistas de cabecera. Y el conocimiento de inglés, una tarea que ya le durará toda la vida, hará que sus reuniones internacionales no sean un verdadero calvario sino un trabajo inteligible más que podrá afrontar sin la desventaja de una mediación verbal que siempre dificulta la comprensión y la expresión. Haría bien siguiendo el consejo, porque sus colaboradores más cercanos no se atreverán a dárselo.

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