La historia, entre el chascarrillo y la leyenda urbana, ha sido mil veces contada, en estas páginas sin ir más lejos. Pero no me resisto a repetirla porque encaja como un guante para resumir lo que está pasando. Cuentan que en el Ministerio de Industria, a la hora del traspaso de carteras, el ministro saliente siempre le da desde hace décadas el mismo consejo a su sucesor:

- Si te piden una reunión los catalanes, aunque vengan muchos, procura que a tu despacho sólo entren uno o dos porque todos los que pasen te acosarán a exigencias así que, cuantos más participen, más te van a presionar.

Si la reunión es con valencianos, haz lo contrario: que pasen todos los que hayan venido y, si queda alguno más por ahí, le invitáis también a entrar. Al rato empezarán a discutir entre ellos y tú podrás seguir tranquilamente despachando otros asuntos.

A mí me la contó hace muchos años Luis Gámir, que fue diputado por Alicante y ministro de Comercio y Turismo y de Transportes con los gobiernos de la UCD presididos por Adolfo Suárez y por Leopoldo Calvo Sotelo, recibió el premio Jaume I de la Generalitat en 2002 y falleció en 2017 siendo aún presidente de Fundesem. «Es gracioso, pero no deja de ser una caricatura», le dije yo. «Puede -me contestó-, pero no hay caricatura que no sea, aunque exagerado, un retrato».

Ciertamente, el que se inventara el cuento parecía estar anticipando la fotografía de lo que ahora mismo está ocurriendo con la respuesta al maltrato a la provincia de Alicante que consagran los Presupuestos Generales del Estado para 2023 en el capítulo de inversiones. La discriminación no puede ser más notoria:

- La quinta provincia en PIB de España no sólo sigue condenada a ser la última de 52 en aportaciones de ese presupuesto, como ya ocurría en tiempos de Mariano Rajoy, sino que el gabinete de Pedro Sánchez ha sido capaz de batir récords anotándose la inversión por habitante más baja de la historia, menos de un tercio de lo que le correspondería por población.

- Si en 2022, Alicante ya estuvo en la cola y además sufrió un recorte del 38% sobre el ejercicio anterior, en 2023, un año decisivo por muchas razones, la inversión territorializada del Estado en el conjunto de España crece un 3,3%, pero de forma incomprensible baja de nuevo en Alicante un 12,3.

- Como ha contado este periódico, las empresas y fundaciones públicas destinan a esta provincia el 0,58 de su inversión, a pesar de que la población de Alicante supone el 4% del total nacional.

- La media de inversión del Estado por habitante será de casi 284 euros en el conjunto de España, pero de sólo 85 euros en Alicante.

- Aunque Valencia y Castellón tampoco reciben en proporción a lo que aportan o a lo que su población supone, lo cierto es que el 74% de la inversión total del Estado en la Comunidad Valenciana se quedará en Valencia. Y que Castellón un año más superará en inversión a Alicante, que en todos los parámetros es la última.

El primer principio de cualquier presupuesto es que paguen más quienes más tienen, pero con la condición de que nadie se empobrezca por ello

La base de cualquier sistema redistributivo es que debe aportar más quien más tiene, pero con la condición de que al hacerlo no acabe empobreciéndose. En ese sentido, la infrafinanciación que soporta Alicante por parte del Estado ha sido cifrada por el instituto de estudios Ineca en una merma de 3.569 millones de euros en los últimos quince años. Luego, sí: nos estamos empobreciendo.

Ante una cosa así, donde ni siquiera los números (tan sufridos) dejan lugar a la interpretación, cabría esperar una respuesta, no sólo contundente, sino unitaria. Pero lo que ha ocurrido es lo contrario: a día de hoy tenemos dos concentraciones convocadas y una pelea por ver quién desmoviliza la suya. Ni para protestar nos ponemos de acuerdo. ¿Por qué? Porque cosas como esta ponen en evidencia mejor que nada todos los demonios que lastran a la Comunidad Valenciana, como ente político, y a la provincia de Alicante, como parte de ella. Estos son algunos:

- Déficit de liderazgo. El primer diseño del AVE a Cataluña sólo contemplaba la conexión directa entre Madrid y Barcelona. Jordi Pujol replicó que, o en paralelo se conectaban Tarragona, Lleida y Girona, o que lo metieran en un cajón. Así se hizo, y Cataluña tiene hoy cinco estaciones AVE (Barcelona, Lleida, Tarragona-Reus, Girona y Figueres-Vilafant), enlazadas entre sí y con Europa. Una apuesta así sigue siendo impensable en la Comunitat Valenciana, donde Valencia no se siente aludida por nada de lo que ocurra con Alicante. Y los PGE (como el trasvase) son un ejemplo inmejorable. Si a una provincia que representa el 37% de tu comunidad se la «castiga» en inversiones, en Valencia debería entenderse que es a toda la Comunidad a la que se maltrata y que es su capital política la que debe salir a denunciarlo. Lo de Pujol y el AVE, por entendernos: si no hay tren para todos, que se lo queden. Es cierto que hemos avanzado en ese sentido, pero sólo a escala institucional: los actores políticos, económicos y sociales valencianos -más allá del presidente de la Generalitat, el del PP o el de la patronal- siguen sin comprender que Alicante está en la Comunitat -ni se va a ir a Murcia ni va a matrimoniar con Albacete- y que es Valencia la que tiene que dejar de verla como un lastre en vez de como un activo.

La Generalitat ha reaccionado con contundencia para compensar la merma de inversiones del Estado en Alicante, pero se trata de que Madrid dé un trato justo

- Brecha empresarial. Este periódico sostuvo que la llegada de Salvador Navarro a la presidencia de la patronal autonómica supuso una apuesta por la coordinación en términos de representación empresarial entre Valencia y Alicante mayor de la que jamás se había producido. Navarro trató de entender y conciliar los intereses de todas las partes de la Comunitat para construir un todo. Y parecía que podía conseguirlo. Pero últimamente, el esquema está fallando. Vuelven a ser demasiadas las decisiones que se toman en Valencia sin ni siquiera informar de ellas en Alicante. Ahora nos encontramos con que para denunciar el agravio en los Presupuestos, la Cámara convoca una concentración para el día 3 y la patronal CEV, bajo el paraguas de la Plataforma per a un Finançament Just, otra para el día 18. Y se pelean por quién convocó antes (fue la Cámara, en esto la CEV está demostrando una falta de reflejos y una descoordinación mayúscula) y quién tiene la representatividad y los apoyos. A la postre, lo que vemos ya es un clásico: la patronal intentando controlar desde València los escasos resortes de poder que quedan en Alicante y la Cámara alicantina jugando un papel político imposible de entender fuera de aquí. Lo que ocurre es que esa batalla, tantas veces repetida, no tocaba esta vez. Tenga quien tenga la razón, la Cámara y la CEV lo único que van a conseguir es dar por buena la anécdota del ministro de Industria.

- Batalla política. Dice el manual que un presupuesto es la expresión cifrada de un proyecto político. Así que los Presupuestos del Estado son política y, por tanto, sólo caben concebirse en el marco del debate político. Sánchez no ha castigado a Alicante porque esta provincia le caiga mal, sino probablemente porque nadie puso sus necesidades encima de la mesa con la fuerza suficiente para que las cuentas salieran más balanceadas. Así que, sea culpable o no, es justo y necesario que se derive una parte de la responsabilidad a Ximo Puig y el gobierno que preside, todos cuyos socios (no sólo el PSOE, también Compromís y Podemos, cuyos intentos por ponerse de perfil resultan de juzgado de guardia) están interpelados. Y es legítimo, dentro del juego político, que el PP aproveche la situación para erosionar al Botánico, aunque si atendemos al estudio de Ineca sobre los últimos 15 años de discriminación sostenida tendremos que concluir que al menos Fabra, Camps y Rajoy son igualmente responsables.

El déficit de liderazgo de Valencia, la brecha empresarial y las disputas políticas debilitan a Alicante y, por extensión, a la Comunidad

En todo caso, sí habrá que reconocer que la Generalitat no se ha llamado andana: la respuesta en forma de aumento de la inversión en sus presupuestos para compensar el déficit en los del Estado ha tratado de estar en proporción al agravio: casi la mitad del montante de inversiones en obra pública contemplada en las cuentas del Consell para el año público vendrán a Alicante; en el caso de una empresa pública como Ferrocarrils el porcentaje será del 59,9% y en el de aeropuertos y costas, aunque el total es bajo, será el 46,6% de todo lo que se gaste. Puig es consciente tanto del error como de sus consecuencias y ha estado presto a compensarlas. Pero, con ser bienvenida la reacción, no se trata de que Valencia contrarreste lo que Madrid no aporta. Sino de que Alicante reciba, de Madrid o de Valencia, lo que le corresponde.

Por eso, se equivocarán Cámara, patronal, sindicatos y representantes de la sociedad civil si permiten que los partidos cobren en la protesta un protagonismo que no les corresponde. Y deberían extremar las precauciones sobre eso, porque a día de hoy da la sensación de que aquí hay dos manifestaciones y que la de la Cámara es la de derechas (PP, Cs y Vox ya han confirmado su apoyo) mientras que la que alienta la CEV (tras varias reuniones con representantes del Palau), a través de la plataforma por la financiación justa, a la que ya han confirmado asistencia el PSOE, Compromís, Podemos y los sindicatos, es la de izquierdas. Un pan como unas hostias.

Jamás debería haber habido dos convocatorias. Es un grave error. Pero las hay. Y ya no toca tratar de desconvocar ninguna en beneficio de otra. Lo único inteligente que queda es que la primera sirva de munición para que la segunda aún sea mayor. Que no vaya ninguna en detrimento de la otra, sino que ambas moldeen un crescendo que, como en las buenas mascletàs, haga pitar de verdad los oídos en Madrid. La convocatoria de la Plataforma tiene el valor de su dimensión, porque están todos los representantes políticos, sociales y económicos autonómicos, incluido el PP y con la única excepción de Vox, que demuestra con ello que lo suyo siempre es puro oportunismo populista: Alicante no le importa. Pero la de la Cámara es importante por su condición de referencia y cercanía, porque es la que muchos agentes sociales de Alicante esperan y no entenderían que no se convocase. Así que esto solo se salva con una buena organización: que cese el enfrentamiento por las convocatorias; que el papel de los partidos se circunscriba a la presencia, sin tener preeminencia; que todos vayan a todas, el 3 a la de la Cámara y el 18 a la de la plataforma, o lo que es lo mismo: que los portaestandartes de la CEV y los sindicatos estén en la cabecera de la concentración del día 3 y los de la Cámara, UEPAL y los Colegios Profesionales en la del 18. En definitiva, que los demonios que nos afligen en esta comunidad desde que Jaime I y el futuro Alfonso el Sabio firmaron en Almizra un tratado suficientemente ambiguo como para poderlo romper en cuanto amaneciera, fíjense si me voy lejos, empiecen a trabajar para nosotros, en vez de aprovecharse de nuestra acreditada estupidez.