En relación con los móviles, hay dos tipos de padres y madres: los que se los proporcionan a sus hijos (e hijas) con el firme propósito de deshacerse de ellos, para evitar dedicarles tiempo y atención, y los que los compran con cierto malestar, a sabiendas de que hoy por hoy un niño en edad escolar no puede estar sin móvil, porque este aparato le conecta a sus amigos y compañeros y le hace participar en la conversación juvenil, que se desarrolla en el espacio digital. El historiador Marc Bloch dijo que los hombres son más hijos de su tiempo que de sus padres, y en el mundo actual esta frase lapidaria, que algunos atribuyen a un viejo proverbio árabe, cobra todo su sentido.

Los padres y profesores interesados en las consecuencias del uso y abuso de los dispositivos digitales pueden echar un vistazo a una investigación en curso, liderada por la Universidad de Viena, financiada con fondos europeos, que está analizando la madurez digital de niños y adolescentes de entre 9 y 18 años. El programa Digymatex busca establecer una clasificación de los distintos factores que permitirían hablar de madurez digital.

El resultado de los trabajos proporciona pistas sobre los elementos a los que debemos prestar atención para ver si nuestros hijos son usuarios sanos o no de las tecnologías actuales. Por ejemplo, se mide la autonomía en el uso de estos aparatos, es decir, que se utilicen por voluntad propia más que por un sentimiento de obligación. Pero dentro de este factor, también se intenta averiguar si el uso de los móviles obedece a elementos de la propia personalidad, o se nota la influencia del entorno, de las modas, de la masa.

Otros puntos de interés tienen que ver con el uso de los móviles para el aprendizaje o el crecimiento personal, y de una manera segura, es decir, evitando exposiciones innecesarias. No todo lo digital es negativo, y de hecho muchos videos de profesores tienen gran éxito en plataformas como YouTube porque son realmente útiles. Lo mismo puede decirse del conocimiento básico que deben tener los niños y adolescentes sobre la privacidad de sus conversaciones, o sobre los riesgos que conlleva compartir imágenes o datos personales con desconocidos.

Pero quizás la parte más importante es la que trata sobre la impulsividad, la búsqueda de likes, el respeto a los otros, el acoso en redes o el autocontrol de los sentimientos y las emociones negativas. Cuando se investigue la madurez digital de los adultos, vamos a flipar.