En pocos días estaremos inmersos en la festividad de Todos los Santos. Ese día que, por obra y gracia de ‘nuestros’ Estados Unidos, se ha convertido en una fiesta pagana y de mal gusto, ya saben que me refiero a Halloween.

Los norteamericanos, en su afán de imponer al mundo entero sus costumbres, no ceja un momento en mostrarnos insistentemente en ese escaparate tan poderoso que es el cine y la televisión las bondades de sus usos y costumbres. Y no nos engañemos, la verdad pura y dura es que lo consigue. En mi juventud, cuando nosotros íbamos a comer “la mona” por Pascua Florida al Monte de San Miguel, nos parecía lo más divertido, éramos tan felices… hasta que vimos a William Holden y Kim Novak en la película “Picnic” que nos cautivó; y entonces nos dimos cuenta de que un día de campo podía convertirse en una aventura maravillosa. Ya nunca fueron igual aquellas tardes campestres. “Picnic” nos hizo perder la inocencia a muchos de mi generación.

Ahora nos han “colado” la fiesta de Halloween. Hace ya algunos años que en España se viene celebrando, por parte de la juventud, esa barbaridad. Los jóvenes se disfrazan de esqueletos, brujas, Drácula, demonios o lo que sea con tal de parecer lo más asqueroso posible. Se reúnen en grandes concentraciones o en caseras fiestas de amigos donde bailan, beben y se divierten. El problema es que no sabemos qué es lo que celebran. Dicen que es el ‘día de los muertos’. ¡Qué tontería!

El día uno de noviembre no es el día de los muertos, sino de los que viven. Los católicos dedicamos esa jornada a honrar la memoria de todas las buenas personas que pasaron por este mundo haciendo el bien a los demás y que, por diversas circunstancias, no han sido reconocidos como santos. Si lo creemos así, ¿Por qué hacemos el ridículo con esos disfraces?

El día dos de noviembre, ese sí es el día de los Fieles Difuntos, es decir, de todos los fallecidos. Ahí es donde los creyentes, de una manera especial, debemos recordar a nuestros familiares y amigos que ya murieron. Por estar ambos días juntos y el primero ser festivo, mucha gente dedica el día de Todos los Santos a sus antepasados y el día dos se olvida del significado de la jornada.

No cabe duda de que los norteamericanos son maestros de la propaganda, Santa Claus o Papá Noel —lo mismo da—, se ha instalado entre nosotros definitivamente, desplazando nuestra tradición belenística. Han tenido la ventaja de ganar terreno a los Reyes Magos por la fecha de intercambio de regalos. La sobremesa de Nochebuena es más propicia para entregarles a los niños sus juguetes y, de paso, también a los mayores que se suman al reparto. El seis de enero, día de los Reyes Magos coge muy lejano y ya coincide con el final de las vacaciones navideñas por lo que no tienen tiempo de disfrutar los niños sus juguetes.

“El Tío Sam” continúa su campaña mundial para implantar sus tradiciones, dentro de poco, ya lo verán, celebraremos aquí el Día de Acción de Gracias con el pavo relleno incluido. Todo se andará…

El cine y los telefilmes norteamericanos, en lo que son auténticos maestros, nos muestran, casi siempre, una sociedad opulenta, con unas casas lujosísimas, unos personajes guapísimos y educadísimos. Tanto los mayores como los niños son todos muy inteligentes, saben comportarse y lo que tienen que decir en cada momento. Los coches son casi siempre de alta gama… Es una sociedad perfecta. Pero ¿realmente es todo esto así o es una cortina de humo?

Ellos “exportan” todo lo suyo y, sin embargo, se cierran a todo cuanto les pueda entrar del exterior. Desprecian nuestros jamones y embutidos, productos que buscan ávidamente y consumen hasta la saciedad cuando vienen a nuestro país, pero nos quieren introducir los perritos calientes con mostaza y la comida basura. Cocinan con mantequilla, pero cuando llegan a España se ponen hasta arriba de aceite de oliva. Beben botes de cerveza, pero en cuanto pisan la piel de toro se ponen morados de Rioja o Valdepeñas, sin despreciar el Jumilla…

Los norteamericanos siempre están dando lecciones al mundo de democracia y de derechos humanos, pero ellos tienen siempre lleno el corredor de la muerte y ejecutan hasta personas con discapacidad intelectual…

No deseo alejarme del motivo que me ha inspirado a escribir este artículo, o sea, del Día de Todos los Santos. A mí me gustaría celebrarlo como siempre, a lo español, o mejor dicho a lo oriolano: viendo los puestos de crisantemos, comiendo gachas con arrope y calabazate y, por supuesto, pidiendo por mis antepasados, amigos y compañeros que ya partieron de este mundo.

El Halloween, para otros.