La oriolana Elena López Riera ha construido una nueva fábula a través del mito de la novia aparecida, la mujer del agua a la que se llevó el río. No hay pueblo o comarca que no tenga su propia mujer “muerta” (jamás se pronuncian como asesinadas) en circunstancias en las que ella acaba siendo culpable: este mito se ha construido de forma directa y popular mediante la tradición oral (se cuenta una historia) e indirectamente (cómo contamos la historia), algo de lo que los medios de comunicación somos también responsables, como ya explicó Nerea Barjola en su ensayo Microfísica sexista del poder. ¿Cuántas adolescentes crecidas después del caso Alcàsser no han escuchado eso de “ten cuidado, no te pase como..?”

El cuento oral en el que se basa Riera para construir su opera prima,El Agua’, presentada en Cannes, y un éxito también en San Sebastián, es este mismo: la historia para meter miedo a las jóvenes que puedan cometer la “imprudencia” de ocupar el espacio público. Para ello hace uso de la técnica documental, en la que varias mujeres naturales de la Vega Baja cuentan a cámara la historia y también de la ficción, narrada con ese punto mágico de las leyendas orales de la zona y que recuerda, tantas veces, a las historias de terror. De hecho, muchas de las escenas están rodadas como si se tratase de una película de este género, lo que añade originalidad cinematográfica al filme. A esto se le suma la cercanía del contexto en el que se enmarca, los días antes de la DANA de 2019 en Orihuela.

El castigo que pueden sufrir estas jóvenes que enfrentan roles y conquistan espacios no se limita a la amenaza de convertirse en la próxima aparecida del río: también existe del miedo de encarnar a la bruja, “la mala mujer” a la que todo el pueblo acaba marcando, señalando y marginando. Bárbara Lennie y Nieve de Medina encarnan a estas mujeres, madre y abuela de la protagonista (interpretada por Luna Pamies). Este señalamiento es igualmente violento y así se refleja de manera muy metafórica durante varias escenas, una especialmente poética relacionada “los palomos” y unos “mañacos”. La carga simbólica contra la violencia machista impregna la película de forma muy bien contada.

Luna Pamies en la película "El agua", de la oriolana Elena López Riera, que se estrena este viernes INFORMACIÓN

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Elena López Riera no sólo ha descentralizado el cine, ofreciéndonos imágenes de la belleza cotidiana de la huerta con unos fotogramas en los que se puede oler el bancal recién regado, observamos la sierra y reconocemos los caminos, palmeras, acentos y palabras. También le ha dado una vuelta al mito que tradicionalmente se ha usado para meternos en casa cuando llueve para hablar del poder de elección de todas las mujeres y su capacidad de conquistar los espacios negados. Ya sea por amor (también a una misma), por aspiraciones o por huir de la sensación de ahogamiento que una tiene cuando es de un pueblo muy pueblo.

Cuando viene el agua tienes dos opciones: o te dejas llevar por su corriente o te enfrentas y, entonces, que sea lo que Dios quiera”. La realizadora le da la vuelta a un castigo mítico y reflexiona sobre qué es peor, una riada o ahogarse de otras cosas. Ya lo escribió Lorca en 'Bodas de sangre': “callar y quemarse es el castigo más grande que nos podemos echar encima”. En este sentido gira parte de la trama de esta historia fantástica, de violencia, leyenda y realidad sobre las brujas de la Vega Baja (¡vivan ellas y sus azarbes!).